El Ministerio de Educación anunció que establecerá como condición para otorgar el título de bachiller que los estudiantes sepan la totalidad del himno nacional. La medida refleja intención loable, pero insuficiente para los objetivos que pretendan perseguirse.
Es cierto que las cuatro estrofas que se interpretan son poco conocidas por muchos dominicanos. El problema no es solo desconocimiento de letras, sino la pobreza en la comprensión de las mismas. Se repiten palabras y oraciones ignorándose su significado y pronunciándose mal.
De reincidirse en el esquema educativo que propició esa triste circunstancia, los resultados serían idénticos y pasaremos a incrementar yerros en la medida que aumenten las estrofas cantadas, con la agravante de que, actuar de ese modo, reforzaría la tragedia que ha significado un método docente sustentado en la memorización y repetición inconsciente y acrítica del mensaje.
Son de antología las pifias en las cuales se incurre al cantarse nuestro himno en apenas una tercera parte de su contenido. Habría que imaginar lo que ocurriría de incluirse 8 estrofas con muchísimo más complejidad retórica, aparte de no comprenderse lo que se está interpretando.
Continuamos teniendo dificultades expresivas y comprensivas con “…y del mundo a la faz ostentemos nuestro invicto glorioso pendón”; con “…cuando en bélico reto de muerte…”; con “…si en su pecho la llama no crece que templó el heroísmo viril”; con “…siempre altiva la frente alzará; que si fuere mil veces esclava…”
Ni pensar cuando empecemos a proclamar “que si dolo y ardid la expusieron de un intruso señor al desdén…” “que en la cima de heroico baluarte de los libres el verbo encarnó…” “Y si pudo inconsulto caudillo de esas glorias el brillo empañar, de la guerra se vio en Capotillo la bandera de fuego ondear.
Y el incendio que atónito deja de Castilla al soberbio León, de las playas gloriosas le aleja donde flota el cruzado pendón.
Compatriotas, mostremos erguida nuestra frente, orgullosos de hoy más; que Quisqueya será destruida, pero sierva de nuevo, ¡jamás! Que es santuario de amor cada pechodo la patria se siente vivir; y es su escudo invencible el derecho; y es su lema: ser libre o morir.
¡Libertad! Que aún se yergue serena la victoria en su carro triunfal, y el clarín de la guerra aun resuena pregonando su gloria inmortal. ¡Libertad!, que los ecos se agiten, mientras llenos de noble ansiedad, nuestros campos de gloria repiten ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!.
Por: Pedro P. Yermenos Forastieri
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