Durante tres días, la ciudad de Loulé, al sur de Portugal, dejó atrás su sosiego provinciano y se convirtió en un crisol palpitante. Unas veinticinco mil almas se reunieron para celebrar la vigésima primera edición del Festival MED, donde la música, como siempre, ignoró las fronteras.
La caboverdiana Ceuzany abrió el telón en la tarima Castelo con un concierto gratuito. La interprete utilizó géneros isleños como la coladeira y la morna para dar la bienvenida en fusión con reggae, funk y soul.
Ceuzany bailó con gracia, cantó con fuego y acompañada por un cuarteto sólido, presagiaba que algo especial se avecinaba. Cabo Verde, que este año celebra medio siglo de independencia, fue el país homenajeado por el festival.
En la mañana del jueves 26, el casco antiguo e histórico de Loulé comenzaba a cercarse con verjas metálicas. Técnicos y operarios se movían como hormigas entre los cuatro escenarios, afinando detalles. La ciudad mutaba, se preparaba para la fiesta.
El Festival MED es también uno de los eventos musicales y culturales más generosos de Europa. Por apenas 30 euros —si se compra con tiempo— se accede a tres días de música viva, más de 40 artistas internacionales, cine, jazz, pintura, literatura, gastronomía.
A las 8:30 p.m., la banda portuguesa Virgem Suta tomó el escenario Chafariz, espacio acogedor que permite apreciar la música también desde la grama. Pop-rock con ironía fina y estilo propio. El público los esperaba con ansias: tras ocho años de silencio, regresaban con un nuevo álbum que respira frescura. En la canción “Dança de Balcão”, Jorge Benvinda, su cantante, alzó su copa y brindó por la pereza, por los abuelos, por nosotros.
El público respondió con sonrisas, coros y copas de vino que le fueron facilitadas por la misma banda. Gustaron, y mucho.
Cinco minutos bastaron para llegar a la tarima Castelo, donde el israelí hoy residente de Portugal, Adam Ben Ezra esperaba con su contrabajo y una serie de cartas musicales bajo la manga que agradaron a los espectadores. En una pieza como “Flamenco”, el duende pareció poseerlo. Hombre orquesta, tejía loops, percusiones y melodías con hechizo. Junto al baterista cubano Michael Olivera, su sonido se volvió más profundo. En “Free Fly”, el ritmo galopaba; en “Hide and Seek”, las cuerdas se volvían bruma. Puro embrujo.
La primera noche aún permitía caminar sin agobios de un escenario a otro. En la tarima Matriz, Carminho, la voz mimada del fado, se adueñaba del espacio. Fondo negro, músicos en penumbra, ella al centro. Canta como si cada verso fuera último. Ha renovado el fado con letras que miran al presente. Quizás su velada pedía intimidad, pero su presencia enardece cualquier escenario.
La lisboeta habló de la importancia de haber pasados años de su infancia en esta región de Algarve.
En la tarima Cerca, el maliense Vieux Farka Touré tomaba el relevo. Comenzó con temas acústicos, tradicionales. Hubo fallos técnicos, y se notó su incomodidad. Pero cuando todo volvió a fluir, la magia regresó. El diálogo entre el ngoni (instrumento de cuerdas) y guitarra acústica fue hipnótico. Luego, con la eléctrica en mano, Vieux se convirtió en protagonista absoluto. Su sonrisa y seguridad era palpable. Más rock que blues, el público, rendido.
De vuelta a Matriz, Ferro Gaita desde Cabo Verde encendía la noche con el estilo musical conocido como funaná.
Acordeón, tubo de hierro, percusión vibrante y un trombón que pintaba colores nuevos. Treinta años de trayectoria y aún hacen bailar hasta las piedras. La alegría era total, pero el deseo de ver más nos obligó a partir.
La jornada cerró con los costeños de Santa Marta, Colombia, Systema Solar en la tarima Cerca. El colectivo musico-visual echa mano de la cultura hip hop, tecno, house, guiños de reguetón, salsa y ritmos colombianos (vallenato, champeta, bullerengue, cumbia).
Bailar era un acto de rechazo a la violencia y de la defensa del medio ambiente y la paz. Su pinchadisco o DJ Corpas bordaba melodías mientras su baterista inyectaba música real. En tanto, sus cantantes Jhon Primera y Walter “Indigo” Hernández disparaban primores. “Ya voy ganao”, “Rumbera”, “Futuro Primitivo” y “El Botón del pantalón” fueron algunas de esas canciones: la fiesta se desató.
En resumen, el primer día del Festival MED fue asombro y comunidad. Un canto a la multidiversidad en tiempos de retrocesos, donde ya hasta en Portugal soplan vientos de xenofobia y extremismo.
Por unas horas, la música tejió un refugio y nos olvidamos del genocidio en Gaza, las guerras y el alto costo de la vida. Bajo el techo invisible de la música, fuimos todos, por una noche, una gran familia.
El autor es productor de programas radiales
Por: Rafael Mieses
rmieses@yahoo.com