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El narco, ayer y hoy

El narco, ayer y hoy

José Antonio Aybar

La figura del narcotraficante ha experimentado una transformación radical en las últimas décadas. Lo que antes se movía con sigilo, disciplina y códigos estrictos de clandestinidad, hoy opera a plena luz del día, desafiando sin pudor las estructuras que durante años intentaron contenerlo.

Esta metamorfosis no es solo un cambio de estilo, es una amenaza frontal a los sistemas democráticos, a la seguridad ciudadana y a la integridad institucional de los países.

El narco de ayer entendía que su fortaleza residía en la discreción. Evitaba exponerse, mantenía un perfil bajo y delegaba cualquier tipo de ostentación a terceros. Su negocio exigía silencio, rutas discretas, cargamentos prudentes, operaciones que se escondían entre la bruma de la noche.

El narco de hoy, en cambio, ha convertido la exhibición en parte de su estrategia. Se muestra en lugares públicos, comparte su vida de excesos en redes sociales y convierte cada despliegue de lujo en un recordatorio de su capacidad para desafiar al Estado.

Lo que antes se movía en cargas calculadas para evitar sospechas, ahora se desplaza en toneladas, una escala que solo es posible con niveles de corrupción mucho más profundos y redes criminales más complejas.

El narcotraficante de hoy dejó de ser un operador oculto para convertirse en empresario del entretenimiento, figura pública, patrocinador de artistas, dueño de discotecas, dealers automotriz, disquero o hasta autoproclamado artista.

La mutación más peligrosa, sin embargo, es su incursión en la política. Lo que antes era un territorio vedado por riesgo y exposición, hoy se ha convertido en una extensión natural de su poder.
Congresistas, regidores y líderes locales vinculados al narcotráfico ya no son rumores, son realidades palpables en distintos países de la región. Y la línea que separa la infiltración política del control pleno del poder es cada vez más delgada.

Lo más preocupante es que, si esta tendencia no se enfrenta con determinación, podría materializarse un escenario que hace apenas décadas habría parecido impensable.

Porque el narco de ayer prefería solo el narcotráfico, el de hoy se introduce en la política como congresista, regidor y si Dios no mete su mano, algún día, no muy lejano, llegará a la presidencia.