Con la llegada del Papa Francisco a La Habana, el pasado 19 de septiembre, se dio inicio a una intensa jornada de visitas, encuentros y celebraciones eclesiásticas, que se extenderá hasta el día 22, cuando desde el aeropuerto de Santiago de Cuba el Sumo Pontífice partirá hacia Washington.
Como era de esperar, una visita del máximo jerarca de la Iglesia Católica a la primera nación socialista del Hemisferio Occidental ha sido objeto de la máxima atención mundial. Dependiendo del órgano de prensa de que se trate, y de la orientación político-ideológica de los intereses que representa, así será el enfoque que otorgue a las noticias. En lo que si existe un amplio consenso es en la importancia de esta visita, tras el reinicio de las relaciones diplomáticas directas entre Estados Unidos y Cuba, en lo cual este Papa jugó también un destacado papel.
En las misas y encuentros realizados, hasta la fecha, ha existido un clima de respeto y cordialidad. El Papa Francisco tiene un amplio nivel de aceptación en el pueblo cubano, especialmente por su actuación humilde y sus honestas declaraciones y acciones a favor de los pobres y personas más vulnerables del planeta. También por su defensa de la paz, el medio ambiente y su firme postura hacia las naciones más ricas, las que con frecuencia actúan de manera egoísta e indiferente hacia las naciones del Tercer Mundo.
En el video-mensaje al pueblo cubano del Papa, transmitido en vísperas de su viaje, declaró: “Quiero estar entre ustedes como misionero de la misericordia, de la ternura de Dios, pero permítanme también que les anime que sean ustedes misioneros de ese amor infinito de Dios…” La resonancia de tales palabras adquirió un significado muy peculiar: Cuba es una de las naciones que, a pesar de sus dificultades y estrecheces, muchas de ellas fruto del prolongado bloqueo norteamericano sobre la isla, más ha hecho por prestar ayuda solidaria y desinteresada en casi todos los rincones del planeta, enviando médicos, maestros, constructores y asistencia técnica.
La exhortación del Papa tuvo como telón de fondo esta realidad, que pocas naciones del mundo pueden exhibir, a pesar de su opulencia.
El Sumo Pontífice ha hallado en Cuba una sociedad culta y de paz, que cuida esmeradamente a sus niños y jóvenes, a sus ancianos y enfermos, repartiendo lo que tiene con equidad y sentido de la dignidad humana. No ha hallado, por supuesto, el falso oropel de las sociedades de consumo, pero si una larga historia de defensa de la soberanía, la libertad, la solidaridad y la justicia social. Un hombre cercano al pueblo y sensible a los dolores humanos, como es Francisco, conocedor de las enormes tragedias que asolan la humanidad, no puede haberse dejado de expresar reconocimiento al gobiernos, sus instituciones, y al propio pueblo cubano. Cordiales han sido sus encuentros con el presidente Raúl y Fidel Castro y otros dirigentes, pero donde se ha sintetizado este sentimiento es en la visita privada que realizase a la casa del Comandante Fidel Castro, líder histórico de la Revolución y su principal inspirador.
En un ambiente de simpatía y respeto, tanto el Papa como Fidel intercambiaron regalos y conversaron ampliamente sobre los problemas de la pobreza y el medio ambiente. El gesto deferente del visitante constituye, de por sí, una de las señales más importantes de este viaje, y la demostración de su honradez y valentía.
El programa del Papa en Cuba incluyó también encuentros con jóvenes católicos, con sacerdotes y monjas, con familias y misas en las ciudades de Holguín y Santiago de Cuba. En este último punto, final de su recorrido, visito también el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, virgen mestiza y mambisa.
De sus numerosas intervenciones públicas, fuera de protocolo, valen resaltar frases que encierran un enorme significado y muestran que las posiciones de la Iglesia católica durante su mandato han ido evolucionando hasta acercarse mucho al espíritu transformador de nuestra época, como aquellas donde afirmó que a quienes luchaban por los pobres los tachaban de comunistas, y que un gobierno que no se preocupe por el empleo de sus jóvenes, no tiene futuro.
La visita del Papa fue marco adecuado para valorar la marcha del proceso de distensión entre Cuba y Estados Unidos. También el Papa agradeció el aporte de la isla al proceso de paz que vive Colombia.
Con esta visita se fortalece el prestigio de un país que ha sabido hacer frente a las adversidades y hostilidades de la nación más poderosa del planeta, sin renunciar a su proyecto de transformación social, ni abjurar de sus principios políticos. Otra lección que se deriva de esta histórica jornada.
Con el Papa Francisco en La Habana, Cuba se sitúa en lugar destacado de la actualidad noticiosa internacional. Tanto el uno como la otra mandan al mundo un mensaje de que, por encima de las diferencias, se puede construir un mundo de respeto y de justicia para todos, donde el dinero, el egoísmo, la codicia y el uso avasallador de la fuerza no tienen que ser las normas de la existencia de los pueblos.
Por este último mensaje ya ha valido la pena esta visita.