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El pavo

El pavo

Ernesto Guerrero

Diez libras de pavo, sazonado y horneado en casa, siguiendo las reglas de una receta “Guay”, para cena de Nochebuena. Pero… todavía yace casi integro en la refrigeradora y me niego rotundamente a seguir consejos para deshacerme de él. ¿Qué pasó? Después de seis meses de planes para juntar a mis hijos, nietos y consuegros, los mismos fueron drásticamente transformados a causa de la infame variante a la que llaman ómicron.

Los primeros en caer fueron mis dos hijos en Miami, solo el día 26 resultaron negativos al PCR y pudieron viajar; mi esposa cayó el día 22, y mi hija en Houston junto a toda su familia pospuso la fecha de llegada. Dos de los cuñados que viajaron desde El Paso (Texas), no llegaron a la cena, por la cancelación del rent-car. Al otro día les diagnosticaron COVID.
Desafiando las adversidades, decidimos continuar con nuestra reserva para un “resort” del Este, y esperar el año nuevo allí. Ya en el hotel, escuchamos mucha gente tosiendo y al preguntar ¿cómo está ómicron? —Aquí, muy pocos, solo algunos turistas, pero, el personal está con esa “gripe mala”—. Ninguno con pruebas de covid-19, pues eso cuesta dos mil pesos, y pocos pueden pagarlo.
Con los dos recién coronados, aunque estaban asintomáticos, tomamos todas las precauciones para que se integraran y no siguieran sintiéndose como leprosos. Disfrutamos en familia, siempre aprovechando los espacios abiertos. Mi hija con sus dos hijos menores siguió tomando precauciones extremas, mientras, yo preocupado sobre como hacer atractivo al pavo que nos esperaba.
La noche del 31, mis consuegros empezaron a tener molestias en la garganta; al otro día ya teníamos dos nuevos coronados, que ahora ocupaban el lugar de los abandonados. A todo esto, se sumó que las líneas aéreas cancelaron sus vuelos y tuvieron que extender su estadía, guardando cuarentena en un hotel de la capital, aun sin signos ni síntomas.
En conclusión, de los 12 adultos que planeamos este viaje, siete terminaron contagiados con coronavirus (todos vacunados). Yo por suerte todavía estoy negativo y sin síntomas, pero créame esta pandemia añadió tantas penurias e incertidumbres a las celebraciones, que muchos ya quisieran olvidar. La otra tragedia es que nadie probó mi pavo, que sigue en espera de una nueva variante.