Qué diferencia a un país estancado de uno que avanza hacia el desarrollo? La respuesta está en las aulas, pero no en los pupitres, sino frente a ellos: los profesores.
Sin un cuerpo docente capacitado y competente, toda inversión en infraestructura, tecnología o recursos educativos carece de impacto significativo y compromete el desarrollo sostenible de un país.
La educación es la herramienta que construye ciudadanos críticos, competitivos y éticos, capaces de aportar al progreso colectivo. En la República Dominicana, la educación recibe el mayor presupuesto del Estado, con una asignación del 4% del PIB.
Este esfuerzo financiero, sin embargo, contrasta con los resultados que seguimos obteniendo en el escenario internacional.
Según el informe más reciente del World Economic Forum, el sistema educativo dominicano ocupa los últimos lugares en calidad de enseñanza, lo que refleja una desconexión entre la inversión y los resultados obtenidos.
Los países que han logrado avances educativos significativos comparten un elemento clave: la apuesta decidida por la formación y exigencia de sus docentes. Singapur, por ejemplo, en 1960, enfrentaba niveles críticos de pobreza.
Su presidente entendió que no había transformación económica posible sin una revolución educativa, y que “el sistema educativo crea una sociedad de mérito, donde el éxito depende del esfuerzo y el talento”.
Su gobierno apostó por seleccionar a los mejores estudiantes para la docencia, ofrecer salarios competitivos y evaluar constantemente su desempeño. Como resultado, hoy es líder mundial en educación, confirmando que la calidad del profesorado es el pilar del desarrollo.
A pesar de los esfuerzos de esta administración por elevar la calidad educativa en la República Dominicana, persisten obstáculos que dificultan la transformación del sistema.
La Evaluación de Desempeño Docente (EDD), diseñada para diagnosticar y potenciar la calidad del profesorado, ha generado resistencia por parte de algunos sectores.
La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) ha solicitado reducir la puntuación mínima para aprobar la evaluación, alegando que el 70% establecido es demasiado exigente.
Para transformar la educación dominicana, los gremios deben asumir un rol que trascienda la defensa de intereses particulares para enfocarse en el bienestar colectivo y el desarrollo nacional.
La reciente petición de la ADP es un reflejo de las dificultades que enfrenta el país para implementar reformas que prioricen la calidad sobre la complacencia, un dilema que ha obstaculizado durante décadas el progreso del sistema educativo.