Se conoce como Síndrome de la guerra del Golfo a un conjunto muy variable de síntomas y padecimientos que han sufrido cientos de veteranos de la primera Guerra del Golfo Pérsico, ocurrida entre 1990 y 1991.
Esta guerra, lanzada contra Irak por una coalición internacional, fue liderada por Estados Unidos, país que envió una mayor cantidad de tropas terrestres y siendo por consecuencia donde más excombatientes han padecido el síndrome.
Entre los signos más frecuentes reportados están fuertes jaquecas, dolores musculares y en las articulaciones, cansancio, pérdidas de la memoria en diferente grado, dificultades para dormir, problemas gastrointestinales, entre otras complicaciones que a su vez llevan a la depresión, la ansiedad y hasta el suicidio en muchos casos.
Aunque está ampliamente reconocida en la actualidad como una enfermedad real, hasta no hace mucho, y a pesar de los múltiples estudios, sus causas eran inciertas, como reconocía un informe de expertos del Instituto de Medicina de EEUU.
La última investigación en ese sentido, que acaba de publicar la revista PLos One parece haber descubierto por fin, más de 20 años después, la causa principal de este misterioso síndrome.
Según los investigadores, la raíz del problema está en deficiencias presentes en el funcionamiento de las mitocondrias, unos orgánulos celulares vitales para la vida, ya que son las encargadas de la respiración celular y la producción de energía metabólica, imprescindible para el correcto funcionamiento del organismo.
Al parecer, el daño a dichos orgánulos es una consecuencia directa de la exposición persistente de los soldados a compuestos inhibidores de la acetilcolinesterasa, los cuales se encuentran principalmente en pesticidas, así como en pastillas de pretratamiento de gas nervioso que fueron administradas a las tropas, y que provocan una disfuncionalidad metabólica según estos expertos.
Durante años, muchas personas han tratado de atribuir el Síndrome de la guerra del Golfo al estrés del campo de batalla, pero se ha visto que esto no es suficiente para explicar todas las alteraciones.
Quizás es por este error que muchos de los tratamientos seguidos por numerosos veteranos, han sido totalmente infructuosos.
Este descubrimiento incrementa las esperanzas ya que podría conducir a la puesta en práctica de nuevos procedimientos y la creación de fármacos dirigidos directamente hacia el origen del problema, y de esta manera mejorar la vida de los múltiples afectados aún hoy.
Por otro lado, permitirá proteger en el futuro de problemas similares no solo al personal militar, sino también a los civiles que lamentablemente se ven involucrados en los conflictos bélicos.
(Ojocientífico.com)