Opinión

El tribalismo nacionalista

El tribalismo nacionalista

Hay una frase del astrofísico Steven Weinberg que usualmente se emplea para referirse a las religiones que dado a los tiempos que estamos viviendo y muy en particular a la matanza ocurrida en Christchurch, Nueva Zelanda, tengo el atrevimiento de ampliar diciendo “las personas buenas pueden portarse bien, y las personas malas pueden hacer la maldad; pero para que una persona buena haga la maldad se necesita tribalismo”.

Lo ocurrido en Christchurch no es un evento aislado, sino la continuación de un ciclo de violencia, intolerancia y racismo alimentado por el discurso de intimidación y odio que cultiva el populismo ultra-nacionalista alrededor del mundo.

Antes de Christchurch estuvo el ataque a la sinagoga en Pittsburg, los ataques con bombas caseras a figuras políticas de la izquierda en los Estados Unidos, el atropello de protestantes en Charlottesville, y múltiples ataques a inmigrantes en todas partes del mundo. Los discursos tienen consecuencias, lo que no está quedando claro es si los que dan los mismos están al tanto de ello.

Las consignas son recurrentes en todas partes, casi sin diferencias, la población local está siendo objeto de una “invasión”, los inmigrantes “cometen robos, violaciones, asesinatos y todo tipo de crimen”, los inmigrantes “le roban los puestos de trabajo” a la población local, los inmigrantes van a “reemplazar nuestra cultura”, etc. Todas, demostradas mentiras, pero que repetidas sin cesar por las bocinas de los ultranacionalistas que insisten en ser tomadas como ciertas, no obstante las más claras evidencias en lo contrario.

La matanza de Nueva Zelenda debe servir como marco de reflexión

Ese discurso que apunta específicamente a suscitar miedo y odio en las poblaciones locales, crea una mentalidad de constante conflicto tribal, un “nosotros contra ellos”, que puesto en un contexto político va a tender a una radicalización peligrosa, potencialmente violenta y para colmo de males ciega e irracional.

Esto no es particularmente nuevo, ni novedoso, y las consecuencias (violencia, racismo, división) son harto conocidas muy especialmente por las cabezas de esos discursos, lo que nos lleva a una interesante dicotomía; estos no saben lo que están haciendo y son incapaces de asumir la responsabilidad por el clima hostil que fomentan, o estos saben exactamente lo que están haciendo y lo siguen haciendo de manera oportunista para un beneficio personal. No sé cuál es el peor.

Christchurch debe servir como un llamado a la reflexión respecto a los discursos de odio que se han estado alzando estos últimos años en todas las naciones occidentales, incluyendo la República Dominicana, no necesitamos que un evento similar ocurra dentro de nuestras fronteras para aprender a moderarnos.

El Nacional

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