Opinión

Elecciones de la ADP

Elecciones de la ADP

Hace unas semanas decía que en este país algo empezaba a moverse. Que la presión ciudadana hubiese hecho revertir un indignante homenaje a un funesto personaje y que ahora el hasta hace poco invencible PLD haya sido derrotado de manera apabullante en las elecciones de la Asociación de Profesores, confirman el aserto.
De ambos acontecimientos se derivan lecciones trascendentes que, sobre todo a la clase política que aspira a producir un cambio de rumbo en la nación, no deben pasarles inadvertidas para hacer acopio de las experiencias positivas y replicarlas en eventos del porvenir. Analicemos las correspondientes a los resultados de las elecciones de la ADP y las causas que los hicieron posible.
Lo primero es que para el PLD esta pérdida debe ser causa de honda preocupación. Se le ha infligido un golpe demoledor en un sector que esa organización proclama como el buque insignia de su gestión. Si los involucrados con esa área del quehacer nacional han dado muestras de repudio y hartazgo ante lo que ocurre, hay razones para suponer que algo peor podría estar sucediendo en otras esferas donde de forma evidente las cosas marchan mal.
Lo segundo es que la victoria no puede desvincularse de un inusitado ejercicio de unidad llevado a cabo por fuerzas políticas y gremiales diversas que, oh sorpresa, fueron capaces de deponer aspiraciones particulares para concertar una candidatura común y los resultados no tardaron en producirse. Si ese esfuerzo genera la conciencia debida, hace deponer egos exorbitantes y puede ser trasladado a escenarios de mayor envergadura, una renovación política podría no estar lejos del horizonte.
Ahora bien, el futuro debe demostrar que ese magnífico acuerdo no tuvo como motivación exclusiva defenestrar la pasada administración del sindicato profesoral, sino que se hizo en base a un programa de trabajo que deberá repercutir en hacer transitar la Asociación por senderos que se traduzcan en beneficios para la educación y, de manera específica, para estudiantes de escuelas públicas quienes, por sus condiciones materiales de pobreza están en desventajas competitivas frente a quienes pueden sufragar educación privada.
Ojalá los artífices de este episodio y sus responsables políticos, asuman lo ocurrido con la necesaria responsabilidad y comprendan la dimensión de lo que implica el curso que tome la nueva dirección de la ADP. De ser el correcto, sería un espejo refulgente para próximas jornadas. De lo contrario, todo quedará reducido a una lastimosa sustitución de rostros.

El Nacional

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