El tercio occidental de La Española es Haití, una nación que ha carecido de pensamiento propio de sus líderes para establecer un país organizado y próspero. Todo lo poco que se ha logrado ha sido por la violencia, siempre azuzada por extranjeros: españoles que azuzaban los negros contra blancos, franceses e ingleses, o ingleses que apoyaban los negros contra franceses (el general inglés Maitland le insinuó a Toussaint declarar la independencia bajo la protección de Inglaterra).
De esos intereses de las metrópolis nace el Haití del negro nigérrimo, del esclavo manumitido; pueblo heroico, pero brutal y selvático, patrocinador de la decadencia y el caos.
Lamentablemente, también aquí se inicia nuestro calvario con un vecino supersticioso, superpoblado, superhambriento, y superpeligroso, contenido su derrame y asiento en nuestro país cuando hemos estado dirigidos por gobernantes que representan el carácter nacional.
Hoy no sucede así. Impera la sumisión a organismos internacionales dominados por las pretensiones de las potencias, cuyo peso influye con más o menos fuerzas en los variados sesgos de la geopolítica y en la suerte misma de nuestra nación.
Aún las condiciones políticas favorables (como hoy) para un rompimiento de este estado de debilidad, no se ordena una masiva repatriación y contención drástica del flujo migratorio indeseable. Sólo discursos hueros, propios de campaña para lograr el poder; ensayando todas las formas demagógicas para entretenernos: frontera sellada, embeleco; muro fronterizo, embeleco; Plan Patriótico, embeleco; control biométrico, embeleco; canal del Masacre, embeleco; deportar diez mil personas semanales, embeleco; visados y cierre de consulados, embeleco; censo, embeleco; revisión del fraude de Regularización, embeleco; choferes haitianos indocumentados, embeleco; y el peor de los engaños: el colectivo pro-haitiano instalado y protegido en el Gobierno. Una verdadera farsa.
A nuestros mandatarios que recuerden que todavía con silencioso orgullo se yerguen las estatuas de nuestros patricios supremos y reposan sus cenizas, como estructuras vivas pese a su inerte apariencia.