La aparente contradicción entre las posiciones de Abinader y Paliza refleja un conflicto latente en el PRM. Por un lado, está la figura presidencial que busca proyectarse como un líder abierto y conciliador, otorgando autonomía a sus correligionarios.
Por otro lado, el presidente del partido se enfrenta a la ardua tarea de evitar que esa misma libertad se traduzca en caos y fragmentación, especialmente en un momento en que el PRM necesita mostrar cohesión para mantener su hegemonía política en el futuro cercano.
Este choque de visiones podría ser leído como un intento de preservar el equilibrio entre la necesidad de fomentar la participación democrática y el imperativo de mantener la disciplina partidaria. Sin embargo, en la práctica, ha generado un ruido interno que amenaza con distraer al partido de su objetivo principal: consolidar un proyecto político capaz de responder a las expectativas del electorado en los próximos años.
La posición de Paliza es delicada. Como presidente del partido, tiene la responsabilidad de garantizar que las reglas se cumplan, aun a costa de enfrentarse a los intereses individuales de los precandidatos y sus seguidores. En un partido donde la libertad de aspiración ha sido exaltada como una virtud, su papel de árbitro puede fácilmente ser malinterpretado como una actitud restrictiva o autoritaria.
Esto lo convierte en blanco fácil de críticas, incluso desde sectores que comparten su visión de la necesidad de orden.
En este contexto, la figura de Paliza parece haber quedado atrapada entre dos fuegos: por un lado, los que exigen respeto a la institucionalidad, y por otro, los que consideran que frenar las aspiraciones prematuras va en contra del espíritu de renovación y apertura que Abinader ha promovido.
Este dilema pone de manifiesto las dificultades inherentes a la conducción de un partido en constante efervescencia, donde las ambiciones individuales a menudo chocan con los intereses colectivos.
La controversia en torno a las posiciones de Abinader y Paliza evidencia un desafío mayor para el PRM: la necesidad de encontrar un balance entre el respeto a las normas y la apertura a las dinámicas democráticas internas. Si bien la libertad de aspiración es un principio fundamental en cualquier partido democrático, su ejercicio sin límites puede conducir a tensiones innecesarias y a un desgaste prematuro que podría pasar factura en las urnas.
El futuro del PRM dependerá de su capacidad para manejar estos conflictos de manera constructiva, asegurando que las diferencias internas no se traduzcan en fracturas que debiliten su posición frente a los desafíos del 2028.
La santificación de Abinader y la demonización de Paliza no deben verse como contradicciones irreconciliables, sino como manifestaciones de una organización que busca crecer y consolidarse.
Por: Rafael Méndez
rmendez@gmail.com