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Extraña tendencia a lo despectivo en habla RD

Extraña tendencia a lo despectivo en habla RD

El vocablo “chele” ha sido usado como sinónimo de centavo.

La forma despectiva de hablar no oculta la intención burlesca o denostadora. Queda evidenciada cuando se diga de alguien que es un medicucho, un abogadesco un poetastro. De un periodista puede decirse que es “gacetillero” o “cuartillero” y queda evidenciada la intención despectiva. Sin embargo, este artículo busca señalar una intención despreciativa en sentido contrario, quiero decir cuando el hablante asume la tendencia de tratar con menosprecio sus propias cosas e incluso a sí mismo.

El sentido despectivo de una palabra incluye idea de menosprecio. Entonces parecerá difícil aceptar que alguien trate con menosprecio sus bienes o sus pertenencias. Miremos estos ejemplos traídos de mi infancia michera.

La madre de alguna familia advierte a un niño que se deje “de estar desarreglando esa tarima”. Eso indica que el chico está jugando sobre la cama que ya había sido tendida. La voz tarima, según el Diccionario académico, procede del árabe y significa: “Zona del pavimento o entablado, superior en altura al resto.2. f. Suelo similar al parqué, pero de placas mayores y más gruesas”.

Posiblemente, la misma señora se refiera a sus propios zapatos  con el mote “zueco”, con la intención de  disminuirlos, como si apelara a una modestia destructiva. La voz zueca tiene entre otras acepciones, las siguientes: 1. m. Zapato de madera de una pieza.2. m. Zapato de cuero con suela de corcho o de madera.

Si un utensilio llegara a molestar, porque ocupa un pasillo, o porque no le gusta a la señora por inútil o viejo, puede adquirir la categoría de “tereque”. De un tereque a un “cacharro” media poco. El Diccionario atribuye a esta voz el siguiente significado: 1. m. Vasija, recipiente.2. m. Trozo de vasija rota. U. m. en pl. Tropezó y la taza se hizo cacharros. 3. m. coloq. Aparato, artefacto. 4. m. coloq. Aparato viejo o que funciona mal.

Pese a tantas condiciones desfavorables para un objeto, la gente llama cacarro y cacharrito a su vehículo. “Cogí un préstamo para meterme en una cacharrita”. Actitud similar es la del hombre de campo que tiene crianza de ganado, y llama “chivas” a sus vacas, expresión desdeñosa que conecta con la tendencia del dominicano a ocultar sus riquezas.

El sustantivo “trapo”, definido como “pedazo de tela desechado” es, no obstante, empleado para referirse a la ropa: “Todo lo que gana lo gasta en trapos”. Más peculiar resulta el uso de “ñipo”, forma despreciativa de mencionar ropa u otro lienzo. Esta voz no aparece ni siquiera en el Diccionario del español dominicano.

Cuando un plátano luce disminuido y poco atractivo, se suele tildar como un “ñícalo” o “ñícaro”, término, este último, registrado en el Diccionario de Dominicanismos y Americanismos, de Max Uribe, editado en 2008 por Librería La Trinitaria.

Algunos dominicanos llaman a su casa “rancho”: “Mira, a ver si tú vienes para tu rancho” y de igual modo llaman a la vivienda que aspiran tener: “Bueno, hay que hacer algo para tener su rancho propio”.

La conducta lexical que comentamos podría encontrar su máxima expresión  en el vocablo “chele”, el cual ha sido usado como sinónimo de centavo, centésima parte de un peso. Nada de lo que el Diccionario académico registra de esta palabra, tiene que ver con nuestra acepción de chele.

Aun desaparecida la moneda de tres gramos de bronce-el chele colorado-, el dominicano se vale del término para “echarse a muerto”, indicando que gana cheles, que vendió algo por cheles, o peor aún, que no tiene un chele. De este sustantivo ha surgido el verbo “chelear”, equivalente a  ganar cheles,  con lo que se sigue la tendencia a la infravaloración. Ha faltado espacio para citar locuciones que siguen la misma línea de menospreciar lo propio con palabras despectivas. Volveremos.