Editorial

Falta algo

Falta algo

El Poder Ejecutivo ha enviado al Congreso un proyecto de ley que modificaría de arriba abajo la estructura de la Policía Nacional, cuya misión haría  énfasis en la prevención de crímenes y delitos y sería dirigida por un oficial general en funciones de director general  con retiro obligatorio al final de su gestión.

Se trata de un complejo amasijo jurídico que procura  la creación de un híbrido entre lo civil y lo militar regenteado por un Consejo Superior Policial que tendría la misión de presentar al Poder Ejecutivo una terna con   cinco oficiales generales entre los cuales el presidente de la Republica escogería al  titular de la institución.

Entre los aspectos relevantes de ese proyecto figura la prohibición de la  asignación de agentes policiales para uso y  disfrute de  personas públicas o privadas, lo  que permitiría retornar a los cuarteles a más de seis mil  efectivos hoy al servicio de funcionarios y particulares.

El proyecto sugiere el traspaso de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD)  a la Procuraduría General de la Republica, propuesta que debería  ventilarse a  fondo para poder establecer las ventajas y desventajas  que supone que esa agencia quede envuelta en la burocracia del Ministerio Público,   de quien  por mandato constitucional ha de ser su  auxiliar.

Las acciones de los agentes policiales quedarían bajo el escrutinio de “comisiones independientes” integradas por  miembros de la sociedad civil que tendrían potestad para investigar posibles excesos policiales y recomendar las sanciones de lugar, con el consiguiente riesgo de que  los  agentes limiten el  alcance de su desempeño para evitar afrontar a esos  comisionados civiles.

Se resalta  la obligación que  tendrían los oficiales generales de presentar una declaración jurada de bienes cada dos años ante el Consejo Superior Policial, lo que haría más difícil el enriquecimiento ilícito o la complicidad policial con el crimen organizado.

En ninguno de los artículos de  ese proyecto de  nueva ley, se establecen  fuentes o garantías de  adecuado financiamiento para  las tareas de prevención, investigación  y persecución de  crímenes y delitos que se  asigna a esa institución, lo que hace temer que  esa iniciativa  se quede en un simple  enunciado sin posibilidad de  producir el cambio deseado.

Con la actual estructura salarial, la carencia de equipos y la baja  autoestima de su personal, no sería posible garantizar el éxito de tan  radical y compleja modificación  de la estructura y misión de la Policía, a menos que  desde las más altas instancias  entiendan que lo primero que debe atenderse   ha de ser  el cambio de  las penosas condiciones  económicas en que se desempeñan sus miembros.

El Nacional

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