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Familia y seguridad ciudadana

Familia y  seguridad  ciudadana

El Estado es el máximo organismo de la sociedad humana y está integrado por las diferentes instituciones que ejercen las funciones de poder político en un momento dado y en una sociedad determinada. El cuerpo social que llamamos Estado está compuesto por miles de familias que son las células de la sociedad y cuando estas células están dañadas la sociedad lo está también.

Es por esta razón que debemos luchar para preservar la familia que es la institución más importante para garantizar la sanidad social y la seguridad ciudadana.

Es muy común en nuestro medio que los técnicos en materia de seguridad ciudadana al momento de elaborar políticas públicas solo toman en cuenta al Estado y se olvidan de la familia que es la base de la sociedad.

En el escenario de la seguridad ciudadana intervienen muchos actores: la Policía, el Ministerio Público, la judicatura, los ministerios de Salud, Educación y Deporte, entre otros. Sin embargo, de todos estos actores que participan en este escenario, el más importante es la familia en virtud de que la familia es la columna fundamental de la seguridad ciudadana.

La seguridad ciudadana descansa en cuatro columnas fundamentales: la primera es la familia, la segunda es la escuela, la tercera son las iglesias y la cuarta, el Estado.

En la medida que se fortalezca la institución de la familia, se disminuya la deserción escolar, se fomenten los valores morales y espirituales y se elaboren políticas públicas adecuadas, en esa misma medida tendremos garantizada la seguridad ciudadana.

Es muy difícil que un joven que se desarrolle en el seno de una familia sana y que asista regularmente a la escuela, en el resto de su vida ciudadana exhiba una conducta antisocial, y hay menos posibilidades de que esto ocurra, si además ese mismo joven frecuenta la iglesia y reside en una localidad que sea objeto de la implementación de una política pública correcta.

Tenemos la autoridad para hacer estas afirmaciones porque durante más de dos años y medio comandamos el Departamento Especial de Menores de la institución policial y todos los días entrevistábamos a los menores que llegaban allí acusados de diferentes delitos penales.

Así pudimos comprobar que más del ochenta por ciento de estos jóvenes en conflicto con las leyes provenían de familias disfuncionales, de hogares destruidos.

Verificamos también que la gran mayoría había desertado de la escuela o no había ido nunca a un centro educativo, y ni se diga que hubieran visitado jamás una iglesia.

No olvidaremos jamás las palabras de un niño de la calle de apenas doce años de edad, que cuando no estaba preso la Policía lo andaba buscando y que al ser cuestionado por nosotros en relación a las razones de su conducta y al paradero de sus padres, nos respondió –y me perdonan que lo exprese con la misma crudeza que nos lo dijera- ¡Mi papá! está en La Victoria porque mató a mi mamá por cuernera!. Imagínense aquel cerebrito de un niño de esa edad cargando con ese trauma tan terrible.

Pero la expresión dramática del niño no termina ahí porque a seguidas nos dijo: y lo mío es droga, insinuándonos que se había refugiado en el vicio para poder soportar su desgracia.

Tener una familia constituye ejercer uno de los derechos fundamentales consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre del año 1948 y en casi todas las constituciones del mundo, incluyendo la nuestra, el ejercicio de este derecho implica ejercer también otros derechos tales como, trabajar para poder sostenerla y desarrollarla, dotarla de un techo, brindarle alimentación, salud, educación, entre otros derechos, incluyendo la seguridad en sentido general.

La familia hay que preservarla, ya que es el soporte del cuerpo social. Es responsabilidad del Estado garantizar su protección. Si protegemos la familia preservamos la seguridad ciudadana.

En cambio, si no preservamos la familia solo contribuiremos a la deserción escolar, al deterioro moral de la sociedad, a la intranquilidad social, al caos y a la infelicidad. Luchar por preservar la familia constituye un compromiso de todos.

La Policía es la institución encargada de preservar la seguridad ciudadana y la familia es el ente más importante de esa seguridad ciudadana. Los policías provienen de los estratos más humildes de la sociedad, por eso se dice que la Policía es el pueblo hecho ley.

El verdadero policía es el ciudadano que ha renunciado a gran parte de sus derechos fundamentales para servirle a la patria, renuncia esta que muchas veces implica abstenerse del tiempo que debe dedicar a su esposa y a sus hijos para cumplir con sus responsabilidades policiales.

Cuando el policía cumple con su deber de hacer cumplir la ley, algunas personas dicen que es mano dura o arbitrario; sin embargo, cuando se muestra indiferente ante el cumplimiento de la ley, otros dicen que es flojo, que es negligente. A pesar de todo esto el policía debe continuar ejerciendo su sagrada misión de cumplir y hacer cumplir la ley.

Sin embargo, cuando su actuación se aparta de la ley jamás puede justificarse.

El Nacional

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