Estoy totalmente de acuerdo con el ministro de Educación cuando dice que “los resultados en las mediciones nacionales e internacionales que obtiene el país se deben a que durante mucho tiempo se ha hecho lo mismo en materia de formación docente”.
Según los resultados de las pruebas de la UNESCO, que se realizaron entre el 2011 y el 2013, ocupamos el lugar 148 de 149 en la calidad de la educación básica en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias, ocupando en lectura y matematicas la ultima posición en la región.
Esto quiere decir que nos quemamos en educación. El propio ministro lo dice: se han enfatizado las construcciones, se está alimentando y vistiendo a los niños, algo necesarísimo, pero se sigue trabajando en la formación docente de manera tradicional.
Y se vuelve a la cantaleta de que hay que traer expertos, cuando el énfasis sigue siendo en los contenidos no en el método, y es el método lo que puede provocar una evolución cualitativa en la enseñanza dominicana.
Cuando regresé al país, con una maestría en Diseño Curricular de la universidad de Columbia y doce años de experiencia trabajando en la ONU y otros programas como diseñadora de programas educativos y con Paulo Freire en Guinea Bissau (creo haber sido la única dominicana que trabajó con él a pesar de todo lo que se escribe sobre su método), me apersoné a la UASD y ofrecí mis servicios –honorificos- para hacer una contribución al área de formación docente. Demás esta decir que nunca me convocaron.
El problema fundamental es que al profesorado no se le enseña a enseñar. No se le enseña la importancia de su lenguaje corporal, como fotografía de su actitud frente a su profesión, del uso y manejo del espacio, de la utilización de otras metodologías que no sean solo la palabra, de la delegación, repito delegación, del proceso educativo en el estudiantado, el cual al responsabilizarse frente a sus compañeros de una clase estudia aunque sea por orgullo propio. Proceso donde el profesor o profesora es un facilitador del aprendizaje, no el protagonista.
No se le enseña la importancia del teatro en el proceso de enseñanza, aun las matemáticas, que no está basado en seleccionar y presentar obras en las escuelas, o crear obras para las escuelas, sino en convertir el salón de clases en un escenario donde el estudiantado asume roles como protagonista que le incentivan a asumir la historia, la literatura, las ciencias, de manera interesante, interactiva y divertida.
El magisterio dominicano se apoya en el contenido y asesina de entrada toda curiosidad, toda iniciativa, toda alegría en el descubrimiento de lo inédito.