Editorial Opinión

Ganas de llorar

Ganas de llorar

Es como para ponerse a llorar la descripción que ha hecho el ministro de Educación del despilfarro de recursos que dice ha prevalecido en esa institución desde el cumplimiento de la ley que asigna a esa cartera el 4 % del Producto Interno Bruto (PIB).

Ángel Hernández no reparó en afirmar que “el dinero que se ha invertido en el sector Educación se ha ido al zafacón”, tras lo cual dijo que al asumir el ministerio encontró 710 escuelas que tenían entre cinco y 21 años sin concluir, 70 mil pares de zapatos inservibles y 400 mil laptops con tres años en almacén.

El funcionario incluye en ese dispendio mil 950 servidores, la compra de un millón de libros descartados, así como centenares de galones con alcohol y desinfectantes, equipos e insumos inservibles o sin usar, cuyo valor asciende a más de mil 200 millones de pesos.

En contraste con esos enormes gastos o inversiones improductivas, decenas de escuelas todavía operan sin agua ni luz, y muchos planteles están afectados por plagas de ratas, clara señal de que el mentado 4 % a la educación ha devenido en un “gran dispendio de dinero”, como proclama el ministro Hernández.

No fueron pocos los sectores que advirtieron sobre la puesta en vigencia de la ley del 4 %, sin previo diseño de programas que garantizaran que ese dinero sería destinado a fortalecer la calidad de la enseñanza y el sistema de aprendizaje.

El ministro Hernández, quien acudió como invitado especial al almuerzo semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, ha puesto el dedo sobre a llaga al señalar que pese a los borbotones de recursos, la construcción de 710 escuelas no ha sido concluida y que muchas otras carecen de electricidad y agua.

Lo más dramático del relato de ese funcionario es que el sistema educativo no ha sido reorientado hacia el aprendizaje como misión fundamental para que los niños aprendan, sino a un dispendio indignante que ha sido la causa de que el dinero invertido en educación haya ido a parar al zafacón.

Lo revelado por el ministro de Educación provoca convulsión e indignación en una sociedad que una vez creyó que la triunfante jornada ciudadana de “las sombrillas amarillas”, significaba el renacer de un sistema educativo basado en calidad de la enseñanza y no en el despilfarro del dinero público.

El Nacional

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