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Google y demagogia

Google y  demagogia

Eddy Olivares Ortega

La respuesta del presidente, Luis Abinader, al expresidente, Leonel Fernández, ante su cuestionamiento a la política agropecuaria del gobierno, recordándole que existe una herramienta muy poderosa contra el populismo y la demagogia, llamada Google, constituye el primer enfrentamiento entre dos líderes dominicanos en torno a la demagogía en la Era Digital.

El presidente Abinader, sin lugar a dudas, tomó por sorpresa, con su repuesta, al expresidente Fernández, lo que se refleja en el hecho de que, a pesar de haber hecho alarde siempre de su conocimiento y constante actualización sobre temas relativos a la Era Digital, empleó, al contestarle a su adversario, una conceptualización poco convincente sobre el principal motor de búsqueda de internet. 

Tan solo faltó que el primer mandatario utilizara el neologismo “googlear”, al momento de recordarle al líder de Fuerza del Pueblo que, en este tiempo, la demagogia de un político, mucho más si ha sido presidente, puede ser desnudada con tan solo un clic.

En la antigua Grecia se consideraba como demagogo al hombre de estado o gran orador que tenía la habilidad para poder conducir al pueblo.

Sin embargo, esta valoración positiva de la demagogia cambio, sobre todo, a partir de que Aristóteles la calificara, por el contrario, como la forma corrupta o degenerada de la democracia que lleva a la institución de un gobierno despótico de las clases inferiores o de muchos que gobiernan en nombre de la multitud.

No cabe dudas de que, de haber vivido en el actual tiempo del internet, Aristóteles hubiera celebrado la existencia de una herramienta capaz de desnudar a los demagogos en apenas segundos.  

La peligrosidad de la demagogia puede apreciarse en el concepto del filósofo español, José Ortega y Gasset, quien advirtió lo siguiente: “Es muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante”. 

También está conforme con lo expresado anteriormente, Giampaolo Zucchini, quien sostiene que “la demagogia no es propiamente una forma de gobierno y no constituye un régimen político, sino que es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones irracionales y elementales y desviándolas de la real y consciente participación en la vida política”.

En ese sentido, la demagogia se produce mediante fáciles promesas, imposibles de mantener, que tienden a indicar como los intereses corporativos de la masa popular, o de la parte más fuerte y preponderante de ella, coinciden en realidad más allá de toda lógica de buen gobierno, con los de la comunidad nacional tomada en su conjunto.