Ciudad Juan Bosch, construida por el Gobierno con la idea de que fuera uno de los lugares habitacionales más seguros y tranquilos del país, ha sido convertido por los haitianos en un sitio invivible, caracterizado bulla, pleitos y desordenes entre ellos.
La construcción de dicha ciudad fue ideada por el anterior Gobierno mediante una alianza con el sector privado para reducir el déficit habitacional en el país y democratizar el acceso de las familias dominicanas a un techo propio, pero lejos de su propósito, el lugar ha sido ocupado, en una inmensa proporción, por haitianos que viven en apartamentos alquilados.
Los haitianos no solo desplazan a los dominicanos, sino que también imponen sus costumbres, lo que ha creado malestar entre los residentes en los diferentes residenciales que componen la ciudad.
Dormir antes de las 12 de la noche en los edificios es casi imposible, debido a los ruidos, arrastres de camas y martilladeras en los techos.
La ocupación de la ciudad, al parecer, se trata de algo planificado y bien orquestado, en vista de que los alquilares de apartamento casi siempre los hacen por el pago anticipado de un año.
Se trata de inquilinos que hacen un contrato para una familia de dos o tres personas, pero al final terminan viviendo un promedio de hasta 20.
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Los residentes en Ciudad Juan Bosch se quejan de manera constante de que éstos rompen con el orden de convivencia y que irrespetan todas las medidas que se toman.
Dicen que, por ejemplo, rompen los llavines de las puertas principales de los edificios, para poder entrar y salir a cualquier hora sin ninguno tipo de control y que incluso, muchos duermen a la intemperie, sol agua y sereno, en los techos de los edificios.
El desorden no solo lo practican en los edificios residenciales, sino también en los centros comerciales. Hace poco protagonizaron una pelea a trompadas y pedradas entre ellos en la Plaza La Marquesa Town Center.
En un video difundido a través de las redes sociales se observa como en dicho pleito, varios de ellos agreden a trompadas a mujeres haitianas, sin que medien las autoridades.
Los problemas persisten, a pesar de las quejas de los residentes que se oponen a que alquilen los haitianos, no por su nacionalidad, sino por desórdenes que protagonizan.