El papa Benedicto XVI, quien falleció el sábado en Roma a los 95 años de edad, pasó a la historia como el único pontífice que ha renunciado a la corona de San Pedro.
La tradición ha sido permanecer en el cargo hasta el último aliento. Abatido por los escándalos que sacudieron a la Iglesia, Joseph Ratzinger optó por echarse a un lado.
Es histórica su expresión de “¡Tanta suciedad en nuestra Iglesia!” que exclamó impotente de rescatarla de la crisis en que había caído por las acusaciones de pederastia a altos jerarcas y la quiebra del Banco Ambrosiano.
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Sus huellas se patentizaron con las palabras que pronunció al hacerse efectiva su renuncia: “Hubo días de sol y ligera brisa, pero también otros en los que las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parecía dormido”.
Pero es por su renuncia al pontificado que Benedicto XVI pasa a la historia.