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Homenaje a la música y la Tierra

Homenaje a la música y la Tierra

Desde que el pintor empezó a cobrar conciencia de la materia y de la música en una conjunción de poesía y subjetividad, surgieron aquellos seres primeros, existencias que lograron extender sus líneas y cardinales de sentido en el modelo y la escultura. Es entonces cuando al artista se decide por lo escultórico, lo monumental, lo arquitectónico.

Dionisio Blanco empezó a entender que la escultura es una rama de la metafísica, y en tal sentido quiere hacer lo mismo que Miguel Ángel, Moore, Brancusi o los artesanos caribeños y mesoamericanos, esto es, darle vida a las formas y entidades materiales.

Sólo que allí donde Blanco sitúa el arquetipo aparece el ritmo-tiempo en los estratos significativos de lo esculpido y lo escultórico, en consonancia con lo simbólico y lo alegórico.

Su  homenaje a la música es también homenaje a la tierra, pero los vínculos entre cuerpo, música y visión ayudan a entender la base, el plexo, lo contingente de la metáfora y su razón de ser en el mito.

El artista ha partido de un hecho: el estudio de la sustancia como piedra viva surgente y como espacio donde todo tiende a señalar lo simbólico en sus diferentes ángulos y miradas.

No se trata en este caso de seguir un modelo solamente, sino mas bien de narrar una intencionalidad, narrar un centro que busca profundidad y superficie.

Escultura y bajorrelieve dialogan en un campo de fuerza y creación, donde lo figural y lo simbólico se asumen como elementos visionarios y tensionales al interior mismo de la historia nacional. Lo que mira el escritor es la tradición en el lenguaje y el lenguaje en la tradición, es espacio, epicento y epitome.

En esta conjunción, Dionisio Blanco quiere narrar los bordes y centros de la tradición. Símbolos y objetos musicales atildan sobre la cardinal directa e indirecta del sentido cultural. Lo que en el monumento distribuye el artista no es simplemente una forma, sino mas bien, una memoria de lo diverso y lo presente en el espacio de la visión mítica.

Tanto en el bajorrelieve, como en el juego o conjunto escultórico, se reconocen los ejes de una conciencia que traduce lo artístico en lo histórico, lo alegórico y lo mítico-monumental. Sujeto y a la vez libre, el escultor Dionisio Blanco se remonta a lo que fue o sería el San Cristóbal de antaño y sus raíces.

En el presente caso el artista-escultor subjetiva el tiempo en el cuerpo y el lenguaje de la materia, queriendo traducir los signos de una identidad que se presentifica en el conjunto escultórico.

Si advertimos que los ángulos del monumento acogen al músico y al hombre de la tierra desde una hermandad fundada en el tiempo de la historia y la tradición, ello invita a interpretar, comprender y re-crear una forma artística y significante de la cultura. El escultor narra miradas, objetos y bordes significativos, allí donde el músico asume silencio y sentido como dos versiones de una existencia transgresiva.

 Lo mítico se extiende como nos dice el maestro Edouard Glissant en El discurso antillano, en las esferas de un Caribe que habla desde sus estratos y diferencias.

El sembrador se convierte en músico y tiempo en el ámbito de la relevancia que podemos observar en el Caribe insular. El sembrador y la música se reconocen en la aquella lectura de los orígenes que no evita la contradicción.

Pues allí donde el modelo cubre las capas de creación y articulación, aparece el cuerpo convertido en metáfora, sonido congelado y visión.

En el presente caso la escultura ha sido trabajada mediante la técnica bronce a la cera perdida. El grupo escultórico mira hacia la parroquia de San Cristóbal en un ángulo visual que activa línea y sustancia en la memoria del parque llamado de las “piedras vivas”.

En efecto, el artista sancristobalense Dionisio Blanco se convierte en creador en el espacio mismo de su pueblo natal, haciendo del monumento del parque “piedras vivas”, un símbolo, una alegoría y una travesía memorial que resemantiza en base a un conjunto o conjunción significante.

Un dato importante que puede contribuir a la biografía de nuestro artista es aquel que afirma su trayectoria por los años setenta. Dionisio Blanco trabajó en el Museo del Hombre Dominicano, para el que investigaba,  pintaba y reproducía piezas de gran valor para el estudio de la historia cultural y artística del país.

Hombres como el arquitecto Caro Álvarez, el arqueólogo Marcio  Veloz Maggiolo y el escritor Juan Bosch, entre otros, entran en la Bio-graphia del artista.

La significación de este Homenaje a la música/ Homenaje a la tierra emplazado en su pueblo natal, San Cristóbal, llama la atención por su particular registro en un juego visual donde el monumento y la parroquia, junto a la artisticidad del bajorrelieve y la escultura, construyen una cardinal simbólica en ritmo con la apertura del espacio.

Elementos de readecuación del monumento particularizan en proyecto, realización y articulación, todo un ámbito de sentido y visión del arte y la cultura.

La escultura de 2.7 metros de alto y el bajorrelieve de 2.5 metros de alto, equilibran una intención y una visión constructiva, estético-monumental y simbólica.

 El cuerpo en vertical, así como también el orden material justificado en su ritmo y número mágico, cobran valor y sentido en la vida misma de las formas artísticas.

El Nacional

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