Editorial

Honrar a Duarte

Honrar a Duarte

“Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que los hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”. Así pensaba Juan Pablo Duarte, a quien con motivo del bicentenario de su nacimiento se le tributan los más sonoros y muy merecidos homenajes.

Pero vale insistir en que el gran homenaje no es exaltar su figura, declamar  su pensamiento ni las ofrendas florales. Por más solemnes que sean los actos. El gran homenaje que a 200 años de su nacimiento por desgracia pende todavía como una tarea pendiente es honrar su pensamiento a través de la práctica.

“Por desesperada que sea la causa de mi Patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”. Así pensaba un hombre que no acaba de ser redimido por la posteridad, que murió sin ver hecho realidad su gran sueño de una nación libre, independiente, soberana y feliz.

Es posible que nada falte por decir sobre la obra de Duarte como precursor y forjador de los valores patrios. Lo que sí falta es que su pensamiento, su enseñanza, su sacrificio, su honradez y su fe se conviertan en ese gran faro que ilumine, como la luz divina, los sentimientos nacionales y sepulte las ambiciones particulares, que por demás han lastrado el desarrollo de la patria.

Fomentar la educación, consolidar el sistema institucional, combatir la corrupción y garantizar los derechos y libertades de las personas y organizaciones representa un homenaje más concreto y sincero a la figura de Duarte que cualquier discurso, comunicado, ofrenda o solemne ceremonia.

Duarte decía que el crimen no prescribía ni jamás quedaba impune. Pero la experiencia que se ha tenido en los últimos tiempos tanto con la impunidad que ha echado raíces como con una corrupción que hace ola mancilla el ideario de una figura que en cada aniversario de su nacimiento es bañada de los más pomposos homenajes.

Este bicentenario debe convertirse en ese gran punto de partida para rescatar y aplicar el pensamiento duartiano, siempre que se quiera hacerle el homenaje de que es realmente digno y que todavía está pendiente. No es cuestión de discursos ni de actos solemnes. De ese ritual está más que bueno.

Además de su desinteresada vocación de servicio a la nación, la vida de ese patricio que en ocasión del bicentenario de su nacimiento hoy se honra, estuvo normada por la integridad, además de su lucha por la libertad, la justicia, la soberanía de la nación, el trabajo y el bienestar de cada dominicano. ¡Honrémoslo!

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación