Las iglesias lucen preocupadas por los casos de corrupción y las injusticias sociales. Bien. Hoy, los templos constituyen parte de las columnas de la sociedad que tienen fe pública al hablar.
Lo malo es que la mayor parte de sus reflexiones se pierden, y no pasan de ser temas para comentarios, o mea-culpas de una inmediatez sorprendente. Lo que hace falta es mayor fuerza en sus exposiciones.
Para ello, las iglesias, católica o evangélica, deben comprender que lo terrenal no puede ser abandonado, sobre todo en un pueblo que carece de instituciones fuertes, y donde el que tiene dinero o apellidos sonoros, cree estar por encima de las leyes.8
Tomar parte la iglesia en el debate sobre la corrupción y la miseria extrema es necesario, sobre todo porque le toca ser la voz de los mudos sociales, de los que no tienen nada, ni siquiera quien los defienda.
Por separado, los católicos y los evangélicos formulan señalamientos que son importantes para meditar, en especial cuando por un tiempo considerable su voz ha estado callada. Los evangélicos deben ser dogmáticos pero siempre conocedores de que hay pleitos que se deben dar en la tierra.
En su etapa de vida material, la mujer y el hombre de hoy necesitan reciedumbre y fuerzas que le apoyen. Nunca debe estar volteando la cara en solitario, mientras existe la opresión y los abusos institucionales.
La iglesia católica ha bajado la guardia en torno a los problemas sociales. Se nota la ausencia en el debate, muy especialmente desde el retiro del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, y el fallecimiento de monseñor Agripino Núñez Collado
Se podía estar de acuerdo o disentir del Cardenal López Rodríguez, pero su voz siempre estaba presente en el debate nacional. Nada ni nadie ha podido llenar el vacío dejado por el entonces vocero y jefe de la iglesia católica.
La corrupción pública y privada es el tema de hoy. Todos los sectores nacionales son víctimas cuando se comete un acto de corruptela, que despoja al Estado de bienes colectivos y que se deberían dedicar a mejorar los niveles de vida de la población.
Los implicados en actos de corrupción deben ser sometidos a la justicia y que se le siga juicio de acuerdo con los procedimientos.
A las iglesias les toca un papel estelar en la lucha contra la corrupción, que no se callen y volteen la cara, rehuyendo responsabilidades. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Por: Manuel Hernández Villeta

