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Impacto de las redes

Impacto de las redes

Enmanuel Pimentel

La República Dominicana enfrenta un fenómeno creciente que amenaza de manera alarmante la estabilidad emocional, moral y social de miles de familias: el uso de las redes sociales como instrumentos de difamación, chantaje y extorsión.

Lo que comenzó como simples publicaciones sensacionalistas se ha transformado en una práctica criminal bien definida, donde ciertos “comunicadores” e “influencers” fabrican escándalos falsos con la única finalidad de provocar daño para luego capitalizar económicamente la desesperación de sus víctimas.

En este ecosistema digital distorsionado, la tecnología ha dejado de ser un espacio de comunicación para convertirse en un campo de agresión moral que vulnera derechos fundamentales, destruye reputaciones y afecta profundamente el tejido social. La preocupación que este fenómeno genera no es mediática, es jurídica, humana y estructural: se están desfigurando las bases mismas de la convivencia social.

Las publicaciones difamatorias que circulan en redes sociales tienen un patrón común: toman fotos de hombres y mujeres casados y les atribuyen relaciones falsas extramaritales, historias falsas de adulterio, encuentros falsos clandestinos o incluso hijos falsos fuera del matrimonio, sin prueba alguna.

Se trata de una construcción maliciosa diseñada para provocar un impacto emocional devastador, sabiendo perfectamente que en la cultura dominicana la imputación de infidelidad no solo afecta al individuo señalado, sino que hiere profundamente el honor colectivo de la familia.

Los autores de estas publicaciones actúan movidos únicamente por el interés económico, sin medir las consecuencias ni el sufrimiento que ocasionan. Lo que buscan es crear una tormenta pública que obligue a la víctima o a sus allegados a contactarlos para pedir la retirada del contenido, momento en el cual se revela la verdadera naturaleza del esquema: un chantaje a cambio de dinero.

Este fenómeno ha provocado daños morales y psicológicos de dimensiones incalculables, afectando a los hijos, quienes quedan expuestos a burlas y estigmas; a los padres, que sufren vergüenza y dolor; y a las parejas, cuya estabilidad emocional se ve brutalmente fracturada.

La familia dominicana (el núcleo más valioso de nuestra sociedad) está siendo atacada por delincuentes digitales que ven en el sufrimiento ajeno una oportunidad de negocio.

La difamación, en este contexto, no es simplemente un acto irresponsable: es un acto de violencia emocional que deja heridas profundas, muchas veces irreparables.

La sociedad dominicana no puede normalizar este nivel de crueldad mediática disfrazada de entretenimiento, porque cada publicación falsa que se viraliza destruye no solo la honra de una persona, sino el equilibrio emocional de un hogar completo.

Por: Enmanuel Pimentel
Enmanuelpimentel999@gmail.com

El Nacional

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