Editorial

Intromisión

Intromisión

Estados Unidos ha vuelto a repetir el informe sobre supuestas violaciones de los derechos humanos en República Dominicana y otros países de la región. La ligereza del informe, que se ha convertido en una constante, indica que el Departamento de Estado no se ha tomado siquiera las molestias de evaluar con un rigor mínimo la situación de las libertades en el mundo.

El reporte, por extremadamente pobre, descalifica a Washington para juzgar a los países con relación a los derechos humanos. Para colmo de males, una nación en que cada año se verifican y denuncian prácticas atroces no aparece en un informe que además de interesado es a todas luces infundado, hiriente, repudiable y abusivo.

Bien se puede proclamar que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. República Dominicana no será un paraíso de respeto a los derechos humanos. Pero tampoco es una nación donde se discrimina y se maltrata a la población a diestra y siniestra. Un caso aislado de atropello policial no puede tomarse como muestra de que en este país priman el abuso y la violación de las prerrogativas ciudadanas.

No por casualidad Cuba y Venezuela encabezan la ominosa lista del Departamento de Estado como los principales violadores de los derechos humanos. Y todo por la tradicional confrontación que ha caracterizado las relaciones entre los Gobiernos de esos países. A ese respecto, Washington no se ocupa de guardar siquiera las apariencias, sino que actúa como juez y parte.

Es insostenible el deplorable juicio de que, en el caso de Cuba, la mayoría de atropellos que se citan contra las libertades ciudadanas sean atribuidas a órdenes expresas del presidente Raúl Castro. En cuanto a Venezuela, lamenta la supuesta concentración de poder, al tiempo de culpar al presidente Hugo Chávez de violación de los derechos económicos y de propiedad.

Si el pretexto es para justificar una reducción de la cooperación económica con este y otros países, la verdad es que Washington no está obligado a una ayuda por la que quiere cobrar el precio que le parece. Algunas de las naciones que se citan como violadoras consuetudinarias de los derechos humanos resulta que son aliadas incondicionales del Tío Sam.

De ser más objetivo y menos sesgado el informe pudiera servir como un valioso referente para evaluar el comportamiento de los derechos humanos en el mundo, incluyendo al propio Estados Unidos. Porque la verdad es que en muchos lugares se ha incurrido en inocultables y repudiables excesos en aras del orden, la seguridad y la ambición de poder.

Sin embargo, Washington no ha sido ecuánime con un informe repetitivo, infundado y claramente parcializado. La falta de objetividad lo descalifica para la tarea que se le ha otorgado y que en realidad puede ser beneficiosa. El reporte, no precisamente por los desaciertos sobre República Dominicana, no es más que una vulgar intromisión.

El Nacional

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