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La dotrina  Monroe

La dotrina  Monroe

Por –no-  carecer de vaciedad teológica ni ideológica el proyecto expansionista e imperial  de los Estados Unidos hacia América y el mundo es la razón que  explica  el porqué  una década después del siglo XXI, ese país es la primera y única potencia del mundo.

Desde sus inicios como nación independiente luego de la Revolución Norteamericana del 4 de julio de 1776 que  los liberó  del dominio de  Gran Bretaña, de inmediato comenzaron  a  desdibujar el lugar de primacía que ocuparían en el mundo.

En la publicación  anterior analizamos  tesis teleológica titulada el  “El Destino Manifiesto y, en esta  entrega de domingo nos introduciremos por los vericuetos de la llamada Doctrina Monroe. Veamos       

La Doctrina Monroe, enunciada inicialmente en 1823 por el entonces presidente de los Estados Unidos, James Monroe, en respuesta a la amenaza que suponía la restauración monárquica en Europa y la Santa Alianza, se sintetizó posteriormente en la conocida fórmula «América para los americanos».

Con sus transformaciones y adaptaciones a lo largo de las décadas representa el orto grama de la política exterior norteamericana, desde el aislacionismo del nuevo continente al veto frente a las pretensiones de las naciones europeas de intervenir en América.

         En virtud de ella los EE.UU. interpretarían como peligrosa para su paz y seguridad toda tentativa del Viejo Mundo de recuperar o extender su influencia sobre el continente americano.

          La doctrina fue presentada por el presidente James Monroe durante su séptimo discurso en el Congreso sobre el Estado de la Unión.

Fue tomado inicialmente con dudas y posteriormente con entusiasmo. Fue un momento definitorio en la política exterior de los Estados Unidos.

La doctrina fue concebida por sus autores, especialmente John Quincy Adams, como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al colonialismo, pero ha sido posteriormente reinterpretada de diversas maneras.

      Al comienzo del siglo XX Estados Unidos afirmó su destino manifiesto y el presidente Theodore Roosevelt emitió el Corolario de 1904, afirmando que, si un país americano situado bajo la influencia de los EE.UU. amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno de EE.UU. estaba obligado a intervenir en los asuntos internos del país «desquiciado» para reordenarlo, restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas.

Este corolario supuso, en realidad, una carta blanca para la intervención de Estados Unidos en América Latina y el Caribe.

Objetivos

De la estructuración del mensaje de Monroe, el cual consta de dos partes, se desprenden los verdaderos objetivos de la doctrina:

a) Impedir cualquier intento de colonización o recuperación de ex-colonias. En el mensaje leemos: «… los continentes americanos, por la condición libre e independiente que han asumido y mantienen, no serán considerados en adelante como sujetos a futura colonización».

b) Dejar claramente establecida la llamada «doctrina de las dos esferas» y la advertencia a Europa de que se mantenga dentro de su esfera.

En el Mensaje, leemos: «En las guerras que han sostenido las potencias europeas en asuntos que sólo a ellas corresponden, nunca hemos intervenido, ni se compadece con nuestras normas el obrar de otro modo…

No nos hemos inmiscuido, ni lo haremos, en las colonias o dependencias que ya poseen algunas naciones europeas.

 Pero tratándose de los gobiernos que han declarado y mantenido su independencia y la cual hemos reconocido… no podríamos contemplar la intervención de ninguna potencia europea que tendiera a oprimirlos, o a controlar de cualquier otro modo, sino como demostración de sentimientos pocos amistosos hacia los Estados Unidos…

Es imposible que las potencias aliadas extiendan su sistema político a cualquier parte del continente americano sin poner en peligro nuestra paz y felicidad…

Por consiguiente no nos es posible contemplar con indiferencia cualquier forma de intromisión…»

Consecuencias

La consecuencia más importante fue la creación de la teoría de las dos esferas y de allí que se hable de la doctrina Monroe como de la doctrina de América para los americanos o, un tanto sarcásticamente, de América para los norteamericanos.

 Señaló el nacimiento de una diplomacia propiamente usamericana, resultado de la toma de conciencia inmediatamente posterior a los acontecimientos revolucionarios que dieron origen al nacimiento de Estados Unidos como nación independiente.

Logró detener una doble amenaza: la de los rusos que trataban de extenderse por la costa del Pacífico y excluir todos los navíos extranjeros al norte del paralelo 51, y la de las potencias de la Santa Alianza, deseosas o susceptibles de inclinarse a socorrer a España en sus posesiones americanas.

Fue recibida con entusiasmo en los Estados Unidos, pero en Europa pasó inadvertida o provocó cierta exasperación, porque, como han demostrado diversos historiadores, las potencias europeas en realidad no tenían intención alguna de intervenir en la América española.

Fue letra muerta, por lo menos durante 20 años. La doctrina, con relación a Latinoamérica, se tradujo en una política de no-alianza sistemática (negativa a intervenir en el Congreso de Panamá de 1826).

Las aplicaciones de la doctrina  comienza  verdaderamente a fines del siglo XIX cuando se transformó en ofensiva y sirvió para justificar las anexiones usamericanas.

El autor  es periodista y Magister en Derecho y Relaciones Internacionales.

El Nacional

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