El nombre y la figura de Marileidy Paulino han saltado al primer plano de los medios de comunicación tradicionales y nuevas plataformas digitales por su participación excelsa en París 2024, en la carrera de 400 metros, en las competencias del atletismo, deporte rey de los Juegos Olímpicos.
Esta preeminencia y dominio como tendencia o tema de mayor interés, tanto en la opinión pública como en la opinión publicada y hasta en la “opinión enredada”, de la gran atleta de Don Gregorio, municipio Nizao, en la provincia sureña de Peravia, arrastra también al país en el mapamundi deportivo.
La prensa le ha dado el sobrenombre de “la gacela de ébano” y entre los dominicanos es la heroína del momento, la atleta que estrena a las mujeres como medallistas de oro, logro que ha coronado con el establecimiento de una nueva marca olímpica con 48,17 segundos para los 400 metros lisos, rama femenina.
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Su hazaña aporta enseñanzas y lecciones. Muestra la calidad del atleta nativo surgido de la nada, en familia de extrema pobreza, que supera obstáculos con disciplina y perseverancia, que sigue adelante sin importar limitaciones y que es elogiada cuando alcanza la gloria, con poco apoyo estatal en el camino.
Las informaciones previas, durante y después de su éxito, provocan un sentimiento de unidad nacional con poco precedente, de momento se olvidan diferencias sociales, económicas y contradicciones políticas cotidianas para unir el alma dominicana alrededor de esta chica que causa empatía natural.
El desborde de simpatías en el aeropuerto a su regreso al terruño natal, las expresiones de admiración y aprecio a lo largo de la caravana que se formó hasta su residencia y la euforia colectiva, crean un episodio histórico para celebrar a los nativos que, como ella, colocan en lo más alto la dominicanidad.