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La felicidad una porción de cada día

La felicidad una porción de cada día

Cada acto de nuestras vidas da una fracción de felicidad que está ahí esperando nuestro reconocimiento para que sigamos sintiendo, viendo, proyectándonos hacia adelante con todas sus consecuencias

Por: Amable Mejía

amablemejía1@hotmail.com

El ser humano es malagradecido con la felicidad que le proporciona el otro, no con la que busca por sí mismo. Pasándole lo mismo con el tiempo que les toca vivir. Le gustan los finales felices, de ahí que en la cinematografía de las décadas cuarenta, cincuenta, película que no terminara con finales “felices” eran un clavo, en el lenguaje de la época. A la felicidad hay que incluirle las cosas como el que carga cristalería.

Con el otro lo que cuenta es el tiempo como totalidad, que puede ser un día y ese día, una relación determinada, que significa el todo en proporción de cuando se trata de una cantidad determinada de tiempo, que va desde una semana hasta años, es decir el tiempo es el otro, con la que adquieren su valor aproximado; con las cosas, las cosas mismas, valor de uso.

Nos es difícil reconocer que tuvimos una relación de felicidad.  ¿De dónde viene ese retorcimiento emocional que se refleja en nuestros actos? Vaya usted a saber. Tenemos metido entre ceja y ceja que lo que comienza mal termina mal; que lo que comienza bien termina bien; pues bien, ni lo uno ni lo otro.

Son estaciones armónicas que provienen de ese devenir que hace que las cosas marchen bien, o a lo inverso y lo que hace que se superen las “las dificultades” en nuestras relaciones con las cosas, que pueden ser Estado, familia y, las más importantes, las interpersonales.

Entender al otro a partir de su desenvolvimiento con ellos mismo y con los demás en lo que estamos incluidos nosotros mismos, debería ser el norte de todo de nuestro proceder. Nunca pensamos si nos estamos llevando bien con nosotros mismos, que es el comienzo de la armonía interna, tomando en cuenta los factores, que van desde lo económico hasta lo religioso.

Lo económico, lo material; lo religioso, lo espiritual; que en “perfecta” armonía arroja, mientras dura, cierta armonía interna que se refleja externamente.

Somos vástagos de tantas cosas que vemos, sentimos, presentimos, que tenemos el olvido momentáneo para seguir adelante, que por más que lo pensemos no llegamos a comprenderlo del todo, por más larga que sea la vida o corta, nos proporciona, por nuestra forma de comportarnos, tanto individualmente como de manera colectiva ¿qué? Lo que cada quien busca a tientas y que lo separa un paso, a veces hacia atrás, otra, hacia adelante. Los dos pasos se pueden dar en una sola intención del espíritu y lo mecánico.

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Resaltar que somos malagradecidos con la felicidad porque la queremos, la soñamos, la buscamos, la pedimos a las divinidades como totalidad no como porción, que es como la vida nos la da, para luego echarla en el contén más cercano, y la echamos a perder con la más mínima intención o gesto.

Lo feliz es una porción de cada día con sus interrupciones que se convierten en totalidad, que es de un segundo, a veces es de años, o de toda una vida, para al final decir pasar a valorarla. Esas porciones son las que se constituyen en totalidad, que no tiene nada que ver con cantidad sino con calidad, y eso a su vez nos ayuda a ser justos con nosotros mismo y los demás.

Cada acto de nuestras vidas da una porción de felicidad que está ahí esperando nuestro reconocimiento para que sigamos sintiendo, viendo, proyectándonos hacia adelante con todas sus consecuencias. Lo que nos ayuda a seguir adelante se da por porciones, seamos justos a la hora de la sumatoria. 

El autor es escritor.

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