Concluidas las elecciones municipales, el liderazgo político enrumba sus pasos hacia otra campaña electoral mucho más intensa, como sin dudas lo será la que corresponde a los comicios presidenciales y congresuales, durante la cual partidos y candidatos tirarían puertas por las ventanas en afán por salir airosos.
La resaca por gozo de la victoria o el dolor de la derrota durará menos que el pestañear de un pollo porque los ejércitos partidarios, agotados o diezmados serán llamados a los humeantes campos de batallas donde tendrán que recomponerse para iniciar lo que se define como la madre de todas las batallas.
Antes del pistoletazo de arrancada, gobierno y oposición deberían revisar los temas de la agenda de urgencias nacionales que tendrían méritos para ser incluidos en un debate electoral que esta vez sea útil y enriquecedor, con menos afrentas y más propuestas.
Los dominicanos acudirán dentro de tres meses a las urnas para escoger al presidente y vicepresidente de la República, senadores y diputados, por los próximos cuatro años, lo que requiere que partidos y candidatos surtan a los electores con propuestas muy distantes de la ciénaga de demagogias y mentiras.
La población votante desearía que los candidatos presidenciales auspicien debates, discusiones, diálogo o reflexiones sobre asuntos como la crisis de Haití, deuda pública, seguridad alimentaria, control de inflación, empleo, tránsito y transporte, seguridad ciudadana, cambio climático y protección al medio ambiente.
No sería justo que el camino a los comicios del 19 de mayo se reedite una campaña electoral mediocre, insulsa, carente de propuestas y repleta de improperios, como la que sirvió de telonero a las elecciones municipales, matizada por alto abstencionismo provocado tal vez por el deprimente circo.
Los ganadores de la contienda recién concluida no deberían intoxicarse con excesivo consumo de mieles de triunfo, como también los perdedores están compelidos a purgar momentos de reflexión y penitencia para no volver a ingerir hiel de fracaso.
La democracia requiere que gobierno, autoridades electorales partidos, candidatos, donantes, academias y medios de comunicación promuevan la una contienda electoral cercana al civismo, en la que el debate gire en torno a temas de interés para los electores, en el que cada quien exponga los remedios que dice tener para cada una de las urgencias nacionales, para lo cual se requiere cerrar el circo.