Redaccion.- La tradicion que durante siglos ha representado, San Nicolás fue considerado en Europa el santo protector de los niños, repartiendo regalos cada 6 de diciembre a quienes se comportaban bien. Pero en la sombra de su figura benévola siempre existió su contraparte siniestra: Krampus, la criatura demoníaca encargada del castigo. Esta dupla, hoy casi olvidada en muchas regiones, vuelve a ganar protagonismo en un mundo que parece reclamar una Navidad menos edulcorada y más cercana a sus raíces folclóricas.

En el imaginario europeo, Krampus no siempre ha tenido el mismo aspecto. A veces es un demonio cornudo con lengua monstruosa; otras, un caballero vestido de negro o un hombre peludo que encadena y arrastra a los niños traviesos en grandes canastas. Su figura se diluye entre múltiples nombres regionales: Knecht Ruprecht, Certa, Perchten, Black Peter, Schmutzli, Pelznickel, Klaubauf, entre otros personajes asociados al castigo y al invierno. Cada cultura reinterpretó, a su manera, la eterna dualidad entre luz y oscuridad que marca el cierre del año.
Krampusnacht: la celebración que revive las raíces del invierno europeo
Cada 5 de diciembre, la víspera del Día de San Nicolás, se celebra la Krampusnacht, una noche donde los límites entre lo ritual y lo festivo se desdibujan. En Austria, Baviera, el norte de Italia y otras regiones alpinas, jóvenes y adultos se disfrazan con pieles, cuernos y máscaras grotescas para correr por las calles entre antorchas, campanillas y gritos. La tradición—que hoy atrae turistas de todo el mundo—ha llegado también a Finlandia, Francia y varias ciudades de Estados Unidos, donde las “Krampus runs” se han vuelto eventos esperados del calendario invernal.
La tradición navideña más aterradora
Su origen se remonta a las antiguas mascaradas paganas del solsticio de invierno, celebraciones precristianas en las que aldeanos se vestían de animales salvajes y criaturas míticas. Estas prácticas, destinadas a ahuyentar espíritus, dar la bienvenida al invierno o incluso satirizar a las autoridades locales, formaron parte de un vasto mosaico de rituales europeos que, con el tiempo, influyeron en tradiciones tan arraigadas como el Halloween moderno.

Figuras como el Viejo Invernal o el Macho Cabrío—arquetipos asociados a la naturaleza, la muerte del año viejo y la fertilidad—anticiparon la dualidad que luego representaría la pareja San Nicolás/Krampus: el premiador y el castigador, el sacerdote y el demonio, el padre generoso y la sombra que lo equilibra.
El triunfo de Santa Claus y la sombra que vuelve
Cuando San Nicolás cruzó el Atlántico en el siglo XVIII y se fusionó con las tradiciones holandesas en Nueva York, nació el icónico Santa Claus. Dejó atrás la túnica blanca pastoral para adoptar el famoso traje rojo; cambió al caballo por un trineo tirado por renos y, finalmente, movió su fiesta al 24 de diciembre.
También absorbió, parcialmente, el rol del castigador. Sin embargo, el espíritu del nuevo mundo—optimista y orientado al consumo—no permitió que ese lado oscuro prosperara. Santa se convirtió en el símbolo global de la alegría navideña… y Krampus fue relegado al olvido.
Pero el siglo XXI parece decidido a recuperarlo.
Un mundo que pide un toque oscuro en Navidad
Frente al cansancio por lo comercial, lo predecible y la nostalgia artificial de las festividades modernas, Krampus vuelve a ocupar un lugar en la cultura pop. Películas como Rare Exports y Krampus, libros como Santa’s Twin, videojuegos, cómics y la revitalización de rituales inspirados en la Saturnalia y tradiciones animistas han puesto al demonio navideño nuevamente en la conversación global.

No es casualidad. Su retorno parece responder a un deseo contemporáneo por explorar la otra cara de la Navidad: la que recuerda que el invierno no siempre fue luces y villancicos, sino también oscuridad, incertidumbre y la necesidad de enfrentar nuestros miedos.
Hoy, Krampus vuelve no solo como una figura folclórica, sino como un símbolo cultural que desafía la homogeneidad de las celebraciones modernas, recordándonos que incluso las fiestas más brillantes tienen un lado sombrío que forma parte de su historia.

