En República Dominicana abundan pocas memorias para degustar la personalidad del confesor y su punto de vista en los procesos históricos en el que fue una pieza de ajedrez, y ahora ante la página en blanco. En la que el confesor debe saber que hay que morirse y si deja un esbozo de su “alma”, en su paso por la tierra, por su testimonio de primera mano, se les trataría con más “suavidad”.
“El hombre que ha perdido la memoria escribe su memoria”, se atribuye a Oscar Wilde, sea o no cierto, ojalá y por aquí, del pasado que ya no se puede remediar, contrario al presente, se animaran a hacerle el honor a escribir sus memorias, para saberse quiénes son en “realidad”.
Las memorias son tratados de exorcismo donde se deja por escrito momentos de la vida trascendente o parte, relevantes por sus efectos, en el que los memoriosos se vieron envueltos en acontecimientos que pasaron a ser relevantes, que “arruinaron” o “salvaron” ideas o hechos.
Una memoria célebre fue la de Joaquín Balaguer, Memoria de un Cortesano de la Era de Trujillo, esbozaba perfiles tanto personales como gentes contemporáneas del autor, de orden público, principalmente, de la que Balaguer fue una parte protagónica; donde no fue muy “sincero” a la hora de tasar su pasado, su época, contrario a su vida.
¿Qué nos pasa a la hora de enfrentarnos con nosotros mismos en la escritura, sabiendo que en los acontecimientos en que nos hemos visto envueltos van a ser juzgado como son sin que nos favorezcan del todo, y que no van a juzgarnos como nosotros queramos, sino con todas las contradicciones del hecho envuelto? Sabrá Dios.
A veces se quieren hacer los tontos pensado que no los van a juzgar como se merecen. Si escribieran sus memorias estarían en sus aguas al disfrazarse de palomitas a la hora de rendir cuentas consigo mismos por sus actos. Estar en paz consigo mismo, con memoria y todo, en la hora cercana al final, es un acto de grandeza. Debido a la zozobra en que vivimos e inseguridad para con el futuro inmediato, siempre estamos con una mano alante y otra atrás.
Balaguer en Memoria de un cortesano esboza perfiles personales y de otros ciudadanos.
La de alante más chiquita que la de atrás, cuando debería ser todo lo contrario a la hora de tapar la vergüenza. Pienso que todo esto no asaltaría al desmemoriado si buscara en la memoria valorar sus acciones y sentarse y dejar por escrito… que ellos no fueron tan “perversos” y los intereses que se defendieron tan ignominiosos, como lo pintaron sus contemporáneos.
Que siempre defendieron los intereses de la mayoría, y por ende los suyos, aunque nadie los percibiera. Todo eso no vendría al cuento si los memoriosos escribieran sus memorias.
Los que hacen muchas diabluras, mientras respiran, si se les ocurrieran dejarlas por escrito, no bien empezaran a escribirlas se evitarían temblar y no de frío, hasta cuándo van a decir sus “verdades”, y eso les ayudarían en su tránsito a la eternidad con repique de campanas y hosanna angelical.
Los memoriosos odian volver atrás para pensarse en las diabluras en que se vieron envueltos y que actuaron conforme a sus intereses personales o su ego, no lo contrario. Debieron buscar dormir tranquilos en la eternidad. Sin lugar a dudas, hubiésemos sido más felices si los políticos, empresarios, intelectuales, eclesiásticos y escritores, hubiesen dejado sus memorias en fajos amarillentos para los que aspiran a ser como ellos, al leerlos, no comentan sus yerros.
Reitero, la memoria es un acto que engrandece, deviene en escribirse cuando nuestras vidas privadas y públicas toman cursos inimaginables en acontecimientos que favorecen y perjudican a determinados grupos, que algunos llaman destino. Los que padecieron esos hechos merecen saberlos, no bajo la paz que encierra el ataúd sellado.
Los memoriosos odian volver atrás para pensarse en las diabluras en que estaban envueltos.
Escribir la memoria es no temerle al pasado. El miedo a lo que ayer fuimos. Quizás provenga de que no hemos tenido nuestros momentos para resolver de una vez y por todas, nuestras miserias de existir. Si hiciéramos ejercicios de honestidad en nuestra vida psíquica esto no pasaría.
Si Juan Bosch, Jiménez Grullón, Peña Gómez, Caamaño, militares, eclesiásticos militantes de izquierda y de derecha o Negro Trujillo, hubiesen escrito sus memorias, comprenderíamos mejor sus personalidades y los procesos históricos en que se vieron ellos envueltos, indudablemente que la posteridad, las letras criollas y el pueblo dominicano se lo agradeceríamos.
El pasado es una pieza fina de cristalería. Para cargarlo en el presente hay que andarse con más cuidado de la cuenta, tomando en cuenta tanto el pasado como el futuro. Escribir memorias exige esos cuidados.
El autor es escritor.