Opinión convergencia

Los mecenazgos

Los mecenazgos

Efraim Castillo

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Alguien podría argüir que estos mecenas procuraban enaltecer y encumbrar el arte hasta los linderos de una estética trascendente y siempre vinculada a lo divino, al igual que como lo practicaba la iglesia. Pero ahí residía el afán de inscribir sus nombres en la inmortalidad. Roma liberó el patrocinio y la promoción de lo estatal que imperó en Grecia a partir de Pericles, desarticulándolos y emancipándolos hacia la individualización; hacia una noción que involucraba a un simple ciudadano, como Cayo Cilnio Mecenas; una estrategia que se activó con la familia Médicis, la cual estaba compuesta por prestamistas que poseían casi todo el comercio y la banca de Florencia desde mediados del siglo XIII.

Sin embargo, el desarrollo del mecenazgo de los Médicis no fue tan sencillo como se ha descrito en la historia del arte.

En el Renacimiento Temprano (Quattrocento), emigró desde Florencia la mayor parte de sus comerciantes y artistas, quienes huían de la codicia de Cosme de Médicis, el abuelo de Lorenzo, dejando la ciudad con pocos negocios y lugares de entretenimiento. Cuando Cosme murió, en 1464, Lorenzo contaba quince años y fue a partir de ahí que comenzó su neoplatonismo, una actitud contemplativa del mundo que le permitió descubrir los gustos refinados de las cortes principescas.

Lorenzo pudo establecer que para devolver a Florencia la buena estrella de su economía debía crear condiciones favorables para la administración del ocio, por un lado, y dinamizar las actividades políticas a través de una aplastante opresión fiscal, por el otro. Entonces, lo lúdico, la entretención, la administración del ocio y el embellecimiento de Florencia fueron convertidas por Lorenzo en actividades compensatorias de las carencias libertarias.

La conversión de Lorenzo en mecenas se desarrolló de manera singular, tal como lo explica Arnold Hauser en su “Historia social de la literatura y el arte I” (1951): “La evolución que experimenta el cliente artístico, transformándose de fundador en coleccionista, la apreciamos mejor aún en los Médicis: Cosme el Viejo es todavía, sobre todo, el constructor de las iglesias de San Marco, Santa Croce, San Lorenzo y de la abadía de Fiesole; su hijo Piero es ya un coleccionista sistemático; y Lorenzo es exclusivamente un coleccionista”.

Es en este estadio de la evolución humana en donde emerge el mecenas como un oportunista que condiciona -como en Lorenzo de Médicis y Giovanni Rucellai (comerciante y poeta de la nobleza florentina, primo del papa León X)- su entrada en la historia del arte a través de la protección a los artistas y al coleccionismo.

Parecería una estrategia bien simple, pero desde luego no lo es, ya que esa individualización del amor al arte como belleza -y que podría rozar el fetichismo- es el resultado de cierta interpretación platónica de la belleza: “La belleza no es una cualidad subjetiva, sino una Idea o Forma objetiva e inmutable que existe en el mundo inteligible” (Platón: El banquete -385-370 a.C.) Desde luego, el mecenazgo se torna fraude, cuando éste se convierte en negocio.