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Mal enamorada

Mal enamorada

Julio Martínez Pozo

El presidente  colombiano, Iván Duque Márquez, vino por un día a la República Dominicana, intercambió condecoraciones y presentes con el presidente Luis Abinader, con quien además suscribió acuerdos en materia de hidrocarburos, policía, deporte, migración y cooperación en experiencias de modernización del Estado; rindió tributo a los forjadores de la dominicanidad, visitó el Congreso y la Feria del Libro, y, degustó nuestra gastronomía.

Luego partió de nuevo hacia la hermosa y turbulenta nación sudamericana que ha gobernado con más sobresaltos que sosiego, demostrando gran madurez frente a los desafíos que le ha tocado librar, como el de las grandes y violentas protestas que desató su intento por mejorar las recaudaciones fiscales. Es un cuarentón no  avanzado con los estreses de la gobernanza reflejados en el emblanquecimiento de su cabeza.

Anda de paso, viviendo los depósitos de su permanencia en el Palacio de Nariño, porque Colombia en pocas semanas tendrá elecciones, y, el 7 de agosto le corresponderá traspasar el mando al  que resulte electo, pero eso no resta importancia a los efectos de su visita a RD, porque en ambos países tradicionalmente se han respetado y continuado los convenios y acuerdos de Estado.

La pregunta del millón  es ¿Quién sucederá a Iván Duque? La respuesta es fácil: si Colombia no despierta de esa fascinación por el engaño que  está mostrando el electorado en Latinoamérica y en otras regiones del mundo, el presidente será el que está diciendo las cosas que todo el mundo quiere escuchar aunque sepa que son inmaterializables.

Y como nadie aprende en cabeza ajena no importa que Chile haya votado por quien garantizaba la redistribución de las riquezas y una sociedad del bienestar a pedir de boca, y en poco tiempo experimente patética desilusión; no importa que los peruanos detrás del más popular y disrruptivo hayan entronizado una incompetencia patológica; no importa que los mejicanos sean felices con un parlanchín que cree que la presidencia es un programa diario de insultos y diatribas contra los que se le oponen. Nada de eso hace pensar a los electores que no deben cometer los mismos errores.

El que está repitiendo las recurrentes tonterías que se han dicho en otras partes sin posibilidades de cumplirse es el destituido ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que elevando los impuestos sólo a los más ricos va a garantizar una renta básica a todo el que tenga un ombligo para adelante; va a democratizar  el acceso a la tierra y al crédito en los bancos privados, sin importar la solvencia; va a derrocar la oligarquía que ha dominado la sociedad desde los anales de la República; a cesar todas las exploraciones petroleras y a colocar altos aranceles a los productos importados.

Mientras Duque departía con su par en RD, una encuesta liberada en Colombia decía que Petro continuaba a la delantera de las preferencias con un 43.6% versus 26.7% de Fico Gutiérrez que ha elevado unos puntos, pero que aún se mantiene distante del idilio de los electores.

Hay un esfuerzo por contenerlo con la sumatoria de varios líderes tradicionales a las filas de Gutiérrez, como son los casos de Cesar  Gaviria Trujillo  y Andrés Pastrana, pero en las confrontaciones electorales con candidatos anti sistema al electorado le toma por ir hacia un rumbo distinto al que sugiere la racionalidad.