Aunque hubiera sido solo por un minuto, ha sido tan malo el momento en que los gremios de enfermería paralizaron los servicios en los hospitales de Santiago, Puerto Plata, Santiago Rodríguez y Esperanza, que el movimiento parece una conspiración.
Con una pandemia que ha ofrecido tanta resistencia y con lo vital que es el trabajo de las enfermeras, el paro de cuatro horas realizado en los centros de salud es inhumano. Como todos los servidores las enfermeras merecen una mejoría salarial, pensiones más justas e incentivos.
El Gobierno también debe estudiar, como reclaman los gremios, la reposición de las servidoras canceladas de manera injusta. Pero el paro, sin importar los reclamos que hayan canalizado ni las promesas incumplidas, no es una opción en las actuales circunstancias.
Es preferible ver irracionalidad en el movimiento y no motivaciones políticas, que no se pueden descartar en una atmósfera tan cargada como la que vive el país. Sin justificar los acuerdos incumplidos, pero en el marco de la presente coyuntura, en que tiene que hacer de tripa corazón para captar recursos, las enfermeras tienen que ser más reflexivas.