Opinión

Mandela y el Papa

Mandela y el Papa

Por:  Luis Pérez Casanova

l.casanova@elnacional.com.do

Nelson Mandela fue un ser excepcional, comparado solo con personajes bíblicos que parecen salidos de la imaginación. En una etapa marcada por la avaricia de poder y riqueza, la guerra y el odio era inconcebible un ser que tras 27 años encerrado en las más inhumanas condiciones una vez en libertad -y con todo el apoyo para cobrar los crímenes y vejaciones a través de la justicia- su mensaje fuera de armonía y reconciliación entre opresores y oprimidos.

Con la muerte de Mandela, la humanidad no ha quedado huérfana de liderazgo espiritual. El papa Francisco, que en su primer encuentro con la prensa proclamó “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!” está llamado a llenar ese vacío.

Su sencillez como ser humano y sus prédicas a favor de la justicia han prendido en una humanidad frustrada por la ausencia de un liderazgo espiritual con auténtica autoridad moral, como se ha palpado en su apostolado. Su discurso social y religioso, como cuando reivindica una “Iglesia abierta y misionera” ha prendido en la feligresía, pero su mayor atractivo ha estado en la prédica de lo que dice y lo que hace. La revolución moral que ha predicado no es oral, sino que se ha sentido en las rancias estructuras de un poder eclesiástico que gozaba de toda suerte de inmunidad. Obispos y sacerdotes tienen que responder frente a las leyes por sus acciones.

El Papa, que pide nunca olvidar que el verdadero poder es el servicio y que la distribución injusta de los bienes continúa, “creando una situación de pecado social que clama al cielo y limita las posibilidades de una vida plena para nuestros hermanos” puede ser la luz en la tiniebla. La mayoría de los sudafricanos nunca perdieron la esperanza de la redención mientras su líder estuvo encerrado en una prisión. Con Francisco, millones de seres humanos, tampoco quisieran perder la esperanza mientras ocupte el trono de San Pedro.

El Nacional

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