Editorial Opinión

Mercado de incautos

Mercado de incautos

Cuesta creer que se haya presentado otro escándalo de estafa en perjuicio esta vez de por lo menos 142 personas que invirtieron más de cien millones de dólares en bolsas de valores y criptomonedas atraídas por promesas de conseguir elevadas tasas de retorno, como si el mercader de esa fantasía fuera la reencarnación del rey Midas.

El Ministerio Público arrestó a Jairo González, contra quien pidió 18 meses de prisión como medida de coerción, por los delitos de estafa y lavado de dinero, al distraer millones de dólares de depositantes a quienes les prometió que obtendrían beneficios muy por encima de los que ofrece el mercado financiero.

Miles de ciudadanos han quedado atrapados en redes de estafadores o víctimas de fraudes bancarios, pero en los casos de instituciones de intermediación financiera, la Superintendencia de Bancos asume siempre control de activos para garantizar devolución de fondos a ahorrantes y depositantes.

Antes que la estafa atribuida a González, correspondió a Wilkin García Peguero (Mantequilla) promover el papel de mago de las finanzas, con promesa de duplicar en corto tiempo el valor de las inversiones de gente que acudió a su negocio como abeja al panal.

Mantequilla también fue apresado y sometido a la justicia con la misma acusación de estafa endilgada a González, con tan mala suerte para los afectados que ambos “emprendedores” se han declarado en quiebra financiera y, por tanto, imposibilitados de retornar los capitales que recibieron.

De amargo recuerdo debe ser la estafa perpetrada contra miles de ciudadanos que tenían en común el apellido Rosario, a quienes se les vendió la fantástica historia de que habían heredado una fortuna valorada en miles de millones de euros, depositada en un banco local.

Las personas con el referido apellido pagaron miles de pesos para ser incluidos en la lista de “herederos” por un hábil abogado que finalmente fue apresado y sometido a la justicia por el delito de estafa, con lo que se puso fin a esa ficticia historia.

Tal parece que el mercado dominicano de incautos todavía resiste que más “emprendedores” instalen carpas para promover fórmulas mágicas de esas que multiplican el dinero en un santiamén, por lo que se requiere que la Superintendencia de Valores y el Ministerio Público eviten o impidan que más ingenuos caigan en redes de estafadores.

El Nacional

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