POR: Danilo Cruz Pichardo
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Posiblemente el presidente Medina y Leonel Fernández sólo coinciden, en estos momentos, en el secuestro del PRD, pues cualquiera que sea el candidato del oficialismo en el certamen comicial del 2016, incluyéndolo a ellos dos, naturalmente, se beneficia de la división del mayor partido de oposición.
Es la razón por la que el TSE, que tiene cuatro delegados del PLD y uno de Miguel Vargas, emite todas las sentencias en una misma dirección, dando así fiel cumplimiento a un acuerdo vigente desde mucho antes de la contienda electoral del 2012. No importa que las encuestas otorguen al señor Vargas porcentajes que rozan el piso.
¡Mejor! Es una forma de obligar a la mayoría de los perredeístas a formar tienda aparte. Y bajo la tesis de que la sigla PRD pesa mucho el número de dirigentes que se quedaría en el partido blanco, aun en desacuerdo con Miguel, sería significativo.
Pero en política los cálculos matemáticos fallan con frecuencia. Para el 2016 se puede anticipar la presencia de dos bloques: uno a favor del PLD y otro en contra. Y a Miguel Vargas se le percibiría como un aliado del primero, el que le ha dado oxígeno y vigencia política, inclusive designándoles sus cuadros en estratégicas instancias estatales.
La propia prensa que apoya a Miguel Vargas, desde los medios de comunicación social, es prestada. Prestada, porque es la misma prensa del PLD, con la encomienda de ofertar la percepción de que el PRD está dividido en dos mitades y el presidente institucional impone la disciplina hacia el históricamente caótico y desordenado PPH.
Todo lo que tiene el presidente del PRD es prestado. La propia seguridad personal, cada vez más numerosa, pertenece al Estado. Pero a medida que se aproxima el torneo del 2016 crece la efervescencia política, por lo que el señor Vargas tendría que blindarse y sus caravanas (si es que las hace) serían con miembros del Ejército Nacional.
