Los métodos y las dificultades de la Policía para justificar sus acciones en la lucha contra la criminalidad deterioran más la imagen, de por sí mala, de ese cuerpo.
Determinarse que se mintió sobre la muerte de Rubén Darío Jiménez, perseguido por el asesinato de su expareja y otros tres familiares de ella, ha causado indignación por la utilización de los mismos métodos del pasado.
La Policía informó que Jiménez y su acompañante habían sido abatidos en un intercambio de disparos que se originó después de ser sorprendidos en una cabaña de San Isidro. Sin embargo, un vídeo que circula en las redes muestra que la balacera fue iniciada por los agentes que perseguían a Jiménez.
La evidencia ha determinado que la Policía se retractara de la versión inicial al indicar que prepara un informe detallado sobre el suceso. De una suerte de monstruo por los crímenes que cometió, Jiménez ha pasado a ser una víctima por la aparente ejecución en que, en violación de las leyes, incurrió la Policía.
Métodos que tanto desacreditan la imagen de la Policía replantean la necesidad de una transformación profunda de la estructura operativa del llamado cuerpo del orden.