Gobierno y Junta Central Electoral (JCE) están compelidos a despejar el más mínimo riesgo de acción u omisión que pueda interpretarse como forma de coartar la libertad de expresar libremente su adhesión por cualquier candidato o partido o el derecho a sufragar sin ningún tipo de tropiezo o impedimento.
A más de proteger y defender esas inalienables prerrogativas ciudadanas, propios postulantes y entes partidarios tienen el compromiso de coadyuvar a mantener y fortalecer el sosiego público antes, durante y después de las votaciones, en el entendido de que todas las puertas y ventanas han de estar abiertas para airear con oxígeno de pluralidad todos los espacios democráticos.
No debería estar tan lejano el día cuando los dominicanos ejerzan el derecho al voto sin contagio de ningún tipo y sin temor de que ocurra alguna anormalidad, porque a más de medio siglo de celebrar elecciones cada cuatro años, ya ese ha debido ser un ejercicio cívico que se realice sin mayores dificultades.
La JCE debería asumir de oficio las investigaciones en torno a denuncias de un candidato opositor de que desde esferas oficiales se pretende coartar el derecho a votos de sus correligionarios, aunque el denunciante debería también aportar pruebas o evidencias que avalen su queja.
Lo único que se debería adelantar de las votaciones del domingo sería que como resultado de ese ejercicio ciudadano, uno de los candidatos obtendría más votos que sus oponentes, pero esos resultados cualesquiera que fueren tienen que estar avalados por la pulcritud y transparencia en la organización, montaje y cuenta de sufragios.
El liderazgo político tiene también el compromiso de evitar y no alentar confrontaciones que deriven en agresiones o tragedias como las que costaron la vida a dos personas en incidentes relacionados con la campaña electoral, porque provocar derramamiento de sangre o ejercer intolerancia por cualquier vía son acciones incompatibles con la democracia.
Es menester bajar la temperatura del discurso electoral, aunque se incrementen los actos o diligencias proselitistas en procura de granjearse el voto mayoritario del electorado, en el entendido de que la misma noche del domingo se sabrán los resultados de la consulta electoral.
Se insiste en señalar que no hay pre aviso divino de que el mundo se acabará el domingo, por lo que se exhorta a Gobierno, candidatos y partidos a mantener un desempeño moderado, responsable, de respeto a la ley y, por consiguiente, a la ciudadanía, en conocimiento todos de que el lunes temprano la vida proseguirá su agitado curso.

