POR_: Susi Pola
susipola@gmail.com
A pesar de los índices altos de violencia basada en el género contra las mujeres, reflejadas en las referencias de la prensa y en los informes de la Procuraduría, una gran parte de la ciudadanía aún no se toma en serio la gravedad de este fenómeno. A eso se suma el modelo machista que se mantiene en el imaginario socio cultural del patriarcado, en el que las familias de los agresores los protegen y hasta justifican, favoreciendo la impunidad que siempre termina por destaparse mal y trágicamente.
Es el caso de una reconocida familia de esta ciudad de Santiago, en la que dos de sus hijos han sido denunciados formalmente a la justicia por violencias contra sus compañeras sin que trascienda por el peso de su presencia en la sociedad, donde el patriarca de la misma se registra como “persona de bien”.
Una de ellas, divorciada desde hace más de 7 años, aún está en proceso de partición, en una situación irritante, injusta e increíble para la víctima, todo por la manipulación del proceso de parte del ex consorte agresor y de su padre, conocedores del manejo del sistema legal y sus trampas.
A la otra le va peor, porque aún reconociendo un tribunal las violencias infligidas, viven separados en la misma casa desde hace dos años, ella a merced de los designios del agresor que se encarga de la administración total de la casa, para mantener la violencia permanente y hasta que él quiera. Los hijos más pequeños, testigos obligados, viven el temor de las réplicas, en el filo de una navaja sostenida por el padre agresor.
Ambos hermanos, con historia de abuso de drogas y con manejo de armas propias, son protegidos por el patriarca de la familia, cómplice de tales abusos ante la mirada indiferente de esta sociedad que prefiere el susurro por detrás de las puertas que la palabra clara y liberadora. Así, estas dos mujeres, sobrevivientes por su propia fuerza y deseo, solo se tienen una a la otra, unidas por una historia común que las hermana en la lucha.
Pero la justicia, conociendo los resultados de la conducta machista violenta, tiene recursos para prevenir un desenlace fatal y debe aplicarse. En el caso de la víctima que vive bajo el mismo techo que su verdugo, una orden de alejamiento se impone, para que el agresor armado salga de la casa que deben vivir sus hijos y la madre, sin que eso signifique que pierde su parte de la propiedad, pero que salga lo antes posible.
Nadie debe amparar a los agresores, es peligroso!
 
 
 
                                      
             
             
             
             
             
  
                                 
                                 
                                 
                                 
                                