El poeta Pablo Neruda y el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó solo tenían en común el amor o sus desvelos por la justicia social.
A pesar de que uno era un hombre de letras, como también lo fue José Martí, y el otro de armas para garantizar la seguridad y el orden, Neruda y Caamaño Deñó no eran dos almas contrapuestas.
Las circunstancias inducen a hablar de ellos, porque sus muertes ocurridas hace 50 años, por casualidades del destino, están rodeadas de un velo de misterio.
Apenas dos semanas después del golpe de Estado y la muerte del presidente Salvador Allende se informó que el poeta, Premio Nobel de Literatura, había fallecido por un cáncer el 23 de septiembre de 1973.
Aunque siempre quedan sus dudas la versión se aceptó hasta que hace una década se encontró en un examen al cadáver una bacteria tóxica en una muela.
De inmediato se encendieron las alarmas y cobró fuera la sospecha de que el autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” había sido envenenado.
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Para establecer la verdad se dispuso una investigación a cargo de científicos de varios países, quienes en su informe no descartan ni confirman la tesis del homicidio. Si bien reconocen que la sustancia es la misma que se usó para aniquilar prisiones políticos.
La muerte de Caamaño Deñó, de la que se cumplieron 50 años este 16 de febrero, ha debido ser menos compleja. La versión oficial es que el líder de la revuelta de abril de 1965 había caído en combate frente a un batallón del Ejército durante la expedición guerrillera que encabezó contra el Gobierno de Joaquín Balaguer.
La primera incógnita es que desde entonces hasta la fecha jamás se ha presentado el cadáver de un hombre a quien hasta se le rinden honores oficiales y tiene un cenotafio en el Panteón Nacional.
Los familiares, algunos de los cuales son militares y de conocida vinculación con los cuerpos armados, tienen la información de que Caamaño Deñó fue capturado vivo, con una herida en una pierna, y ejecutado por las consabidas ordenes superiores.
Al cumplirse medio siglo del acontecimiento los parientes no solo exigen que se haga justicia, sino que afirman que los restos del líder guerrillero están en una fosa del cementerio de la Máximo Gómez, mientras otros dicen que fueron esparcidos en el mar.
El caso es que mientras en Chile se busca aclarar el misterio sobre la muerte de Neduda, por aquí se insiste en el enigma alrededor de la suerte del coronel Caamaño Deñó.
Más aún cuando hay testigos que por estar presentes en las decisiones finales pueden rasgar el velo y decir lo que en realidad ocurrió. Ese largo y denso silencio en estos tiempos no puede ser, y podía creerse, como en el pasado, que es por miedo a las cenizas.