El asesinato a garrotazos del propietario y piloto del avión en que se transportaría a Puerto Rico 58 paquetes de cocaína decomisados en el aeropuerto Las Américas produce un giro trágico y dramático en la complicada madeja del inusitado y profuso tráfico de drogas en terminales aéreas.
Santos Seda Rodríguez, de nacionalidad puertorriqueña, fue encontrado ayer en un lugar apartado próximo a la carretera que une a las localidades Benerito y Yuma, en Higüey, con golpes en la base del cráneo que le provocaron la muerte. Se presume que intentó retornar a Borinquen por vía marítima tras develarse el contrabando.
No hay forma de explicar cómo en cuestión de días narcotraficantes intentaron enviar desde los aeropuertos Las Américas y de La Romana hacia Puerto Rico, Estados Unidos y Bélgica, lotes de drogas dentro de musáceas, bultos y maletas, sin aparente temor a ser descubiertos, en operaciones para las cuales fueron contratadas dos aeronaves.
El aviador asesinado poseía siete aviones y era viajero frecuente a República Dominicana, por lo que se supone que tendría contactos o relaciones con autoridades o empleados de aeropuertos nacionales, como sería el caso de la terminal Las Américas donde estacionó su avión desde el sábado último.
Falta saber si el piloto boricua contó con algún tipo de facilidad para evadir el cerco que le tendieron agentes de la DNCD que fueron a apresarlo en el aeropuerto tras develarse el intento de sacar por esa terminal 58 paquetes de cocaína en el avión de su propiedad.
¿Quiénes y por orden de quién interceptaron a Seda Rodríguez en una carretera del Este a donde habría huido? ¿Quiénes dieron la orden de asesinarlo? ¿Por qué sus verdugos prefirieron ejecutarlo a garrotazos? ¿Quién sería el capitán de la DNCD que según versiones intentó quedarse con ocho de los 58 paquetes incautados?
Nunca como hoy el panorama relacionado con el narcotráfico había estado más enrarecido, pues no se ofrecen nombres de narcos, relacionados o autoridades implicadas en los casos detectados, como si el Ministerio Público estuviera amarrado de pies y manos para promover investigaciones que ayuden a esclarecer tanto misterio.
Por más que se diga tanta droga no llueve del cielo ni hay forma posible de justificar que República Dominicana se convierta en principal puerto de trasbordo de cocaína, como tampoco debe promoverse la idea de que los narcos y sus cómplices son alienígenas o extraterrestres, que carecen de nombre y apellido.

