Desde hoy en el mundo, en todos los idiomas y dialectos, se intensifican plegarias para que el liderazgo global recobre el buen juicio, que se desalienten las guerras y que el multilateralismo no sucumba ante modelos de dominación que pretenden retrotraer a la humanidad a tiempos de subyugación de antes de la Segunda Guerra Mundial.
En Asia y Oriente Medio se clama al Altísimo para que el estrecho de Taiwán no se convierta en zona de conflicto bélico y menos que involucre a Japón, como advirtió la primera ministra de esa nación, lo que provocó ejercicios militares de China en la región.
Se ruega también para que en la devastada Franja de Gaza no sucumba el alto al fuego ni se reanuden hostilidades entre Israel con Hamás (Gaza), Irán, Hezbolá (Líbano), Yihad Islámica Palestina y Hutíes (Yemen), además de Irak y Siria.
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La guerra entre Rusia y Ucrania, que se desató con la invasión rusa a esa nación, en febrero de 2022, involucra a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y por consiguiente, a la Unión Europea y Reino Unido, lo que significa una peligrosa pendiente bélica que conduciría a una Tercera Guerra Mundial.
El mar Caribe, que ha sido por más de 500 años, historia de peñas de ejércitos imperiales, filibusteros y bucaneros, es hoy escenario de un inédito despliegue naval y aéreo del ejército y la armada de Estados Unidos, por lo que el continente cruza los dedos ante el temor de que se desaten los demonios.
El multilateralismo, alumbrado por la Sociedad de Naciones y asumido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), agoniza aguijoneado por el cultivo de nuevos espacios de poder geopolítico conquistados en base a la ley del garrote que redistribuye el mapamundi en trágica reedición de la Cumbre de Yalta.
Las súplicas al Altísimo van dirigidas a que ese caudal de angustia y pesimismo desatado por cruentas guerras o conflictos armados en Europa Oriental, Medio Oriente, en ocho naciones africanas, entre Tailandia y Camboya, India y Pakistán se disipen durante los días de vida que restan al 2025.
En estos tiempos de aldea global, República Dominicana, en términos geopolíticos, ya no forma parte de una cultura de insularidad que la declare inmune a guerras y conflictos que agobian al mundo, menos aun cuando en el traspatio caribeño se despliegue la más imponente fuerza aérea y naval en preparación sabe Dios para cuál propósito de intimidación o conflagración. Hay que orar.

