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Otra guerra

Otra guerra

Julio Martínez Pozo

Los atentados terroristas contra Las Torres Gemelas y el Pentágono, en los Estados Unidos, nos sorprendieron visualizando un mundo distinto que no lo era. Sepultado el totalitarismo inaugurado por Vladimir Ilich Ulianov, que arrastraba pretensiones universales, la democracia liberal y el concepto de un Dios que toleraba el pecado si luego había arrepentimiento, lucían llamados a dominar todo el planeta.

El fin de la Guerra Fría dejaba a los Estados Unidos sin competición ideológica, por lo que el mundo bajo su rectorado no haría otra cosa que crecer. Se hablaba del final de las ideologías, del fin de la historia tal y como la habíamos conocido, pero lo que colapsó fue el determinismo histórico marxista que anunciaba una evolución que desembocaba en una utopía comunista.

Sadam Husain, el único desafío con el que se topetó el nuevo orden económico y social instaurado tras la caída del muro de Berlín, fue expulsado de Kwait en lo que cantaba un gallo, y China que emergía con fuerza, no se mostraba interesada en guerrear con nadie. Alemania se había reunificado, sin representar ninguna amenaza para Europa ni para el mundo, bajo las directrices sabias de Hemut Kohl, convirtiéndose en piedra angular de la Unión Europea.

Dos dioses resaltaban como ningún otro: el cientificismo que proyectaba responderlo todo, y el tecnologimo, así como la gran solución a la falta de competitividad, que no era otra que el libre mercado. La ignorancia, el hambre y la miseria tendrían sus días contados porque todo el mundo emplearía la fórmula mágica del libre mercado para impulsar la eficiencia y la competitividad, así como la democracia.

El siglo XXI no sería otra cosa que uno de las luces expuesto a grandes cambios en los que las inteligencias artificial y remota, dominarían muchas de las ocupaciones actuales, mientras el ser humano liberaba más tiempo para el ocio y la formación. Todo ese optimismo se derrumbó cuando 19 kamikaze de Al qaeda secuestraron cuatro aviones y lo estrellaron contra Las Torres Gemelas y el edificio del Pentagono, y un tercero cayó sin alcanzar ningún objetivo en Washington.

Primera vez que los estadounidenses fueron víctimas de ataques perpetrados en su territorio, cosa que no había ocurrido ni con la primera ni la segunda guerras mundiales. Fueron esos ataques los que dieron el pretexto que permitiría a los Estados Unidos enviar soldados a Afganistán, razón por lo que desde algunas teorías de conspiración se entiende que los servicios de inteligencia estaban al tanto de que se producirían ataques como los padecidos, pero que no alertaron para procurar el pretexto que permitió invadir Afganistán como en el pasado lo hicieron los soviéticos
Veinte años después y sin haber podido establecer una democracia, Estados Unidos ha desalojado sus tropas de Afganistán, y los talibanes que habían sido desplazados del poder han regresado exhibiendo el mismo comportamiento de intransigencia. Es como si se hubiesen gastado 2.3 trillones de dólares arando en el mar. Una lección queda clara, hay culturas más allá de la occidental y creencias que además del cristianismo se remiten a una deidad suprema que un día pasará lista y otorgará premiación eterna.

La convivencia pacífica dependerá de la tolerancia y de respeto por las creencias de los otros. Aunque es cierto que la lectura coránica de los talibanes concibe todas las demás como impuras y contrarias.

Por. Julio Martínez Pozo

eltribunaldelatarde@yahoo.com

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