A la llegada hoy de la tormenta Emily le precedió ayer un ciclón de violencia que dejó saldo de al menos siete asesinatos, un comunicador, un oficial de la Fuerza Aérea, un sargento de la Policía, dos vigilantes y dos mujeres, jornada sangrienta que devela un estado generalizado de criminalidad que agobia a la ciudadanía.
El móvil de cuatro de esos asesinatos fue el robo; dos definidos como feminicidios y otro perpetrado contra un comunicador secuestrado por sicarios en La Romana que lo ejecutaron y tiraron su cuerpo sobre el borde de la carretera que conduce desde esa ciudad a San Pedro de Macorís.
José Silvestre, de 61 años y padre de once hijos, quien producía un programa de televisión y editaba una revista, fue interceptado por cuatro individuos armados que lo introdujeron en una yipeta y posteriormente lo asesinaron, en un evidente caso de asesinato por encargo.
En el intempestivo oleaje de criminalidad resalta la muerte del teniente de la Fuerza Aérea Robinson Suárez, abatido por atracadores al intentar frustrar un asalto que sus victimarios perpetraban contra Rubén Darío Regalado, en la avenida Abraham Lincoln.
Antisociales asesinaron a balazos al sargento policial Richard Ogando e hirieron a su hermano Antonio, en Buena Vista I, de Santo Domingo Norte, mientras en Montecristi los vigilantes Juan Belarminio Fernández, de 63 años, y Cándido Concepción, de 62, fueron muertos a tiros y palos, en hechos separados, por vándalos que los despojaron de sus armas y del dinero que llevaban.
La espiral de violencia incluyó el asesinato de dos mujeres, una a balazos y la otra a machetazos, a manos de maridos despechados que luego se suicidaron, el primero de un disparo a la cabeza y el otro al colgarse en un árbol. Estos dos feminicidios se suman a más de cien perpetrados en lo que va de año.
El caso de la profesora Lenny Féliz Pérez, por cuya muerte están detenidos tres directores de escuelas, agrega un matiz aterrador y desconcertante a la violencia que atormenta a la población. Se baraja la hipótesis de que la educadora fue ultimada por celos profesionales.
Sin completar el tétrico saldo de asesinatos perpetrados durante secuestros, atracos, asaltos, feminicidios y otras formas de violencia delincuencial, puede decirse que el manto de la criminalidad arropa por completo a toda la geografía nacional.
Duele saber que las condiciones de degradación social, auge del narcotráfico, impunidad, complicidad, venalidad, deficiencia en la persecución penal conspiran para que se reediten dramas como el huracán de violencia que ayer azotó a la sociedad dominicana.

