La advertencia del presidente Leonel Fernández de que existe riesgo de que la abrupta intervención del orden democrático en Paraguay contagie a otros países de la región, sirve de contrapeso a la actitud del vacilante secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA) de abordar con paño tibio ese velado golpe de Estado.
El mandatario dominicano dijo ante una Asamblea del Parlamento Europeo que la destitución del presidente Fernando Lugo por parte del Congreso paraguayo constituye un clásico o atípico golpe de Estado que pone en riesgo la estabilidad de todo el continente.
José Manuel Insulza, cuya gestión al frente de la OEA ha estado matizada por peregrinos zigzagueos o vacilaciones, se opone a que se apliquen sanciones al régimen instalado por el Congreso, a pesar de que admite que no ha sido cualquier cosa lo que ocurrió en Paraguay.
En vez de promover una repulsa colectiva contra esa acción antidemocrática perpetrada por grupos latifundistas paraguayos, el secretario de la OEA propone conformar una misión que ayude a organizar las próximas elecciones que de antemano se presentan como una mascarada.
Como era de esperarse, el canciller del gobierno instalado por un mandarriazo legislativo dijo que estamos encantadísimos, con la propuesta de Insulza que en el fondo procura legalizar la abrupta interrupción del orden constitucional del Paraguay, ordenada quizás por correo electrónico.
El rechazo del presidente Fernández a la abrupta destitución de su colega paraguayo, a quien el Parlamento no le permitió ejercer su derecho a la defensa, coloca a República Dominicana en el litoral de la dignidad latinoamericana que ha condenado una acción golpista que pone en peligro más de 30 años de consolidación democrática en América Latina.
Es pertinente recordar que ante el golpe de Estado perpetrado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, quien fue secuestrado y extrañado del país en ropa de dormir, el secretatario de la OEA asumió el mismo discurso vacilante que pretende abordar ante el caso de Paraguay.
Como han señalado la mayoría de los presidentes y líderes de América Latina, la destitución del presidente Lugo por vía de artificios legales representa ominosa señal de peligro para la democracia de la región que ya tuvo un precedente funesto en el golpe de Estado de Honduras.

