En un escenario tan convulso como el actual, la intervención de la Iglesia católica como mediadora en conflictos bélicos y sociales y en defensa de los derechos de las víctimas es de mucha significación para el orden y la paz en el planeta.

El papa León XIV se convierte en un aliado de las grandes minorías y de los más débiles al advertir que el Vaticano «no será un espectador silencioso ante las graves irregularidades, injusticias y violaciones de los derechos humanos que se producen en nuestra comunidad global».

Con el liderazgo espiritual de la Iglesia aumentan las fuerzas para enfrentar o resistir los abusos de los más poderosos que desprecian la integridad, la seguridad y otros principios. La Iglesia tiene hoy más autoridad moral que en otros tiempos para enfrentar los crímenes y abusos contra países y personas que viven al borde de la desesperación.

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Además de las prédicas religiosas el rol social anunciado por el papa es de mucha importancia para bajar tensiones y hasta evitar confrontaciones. El poderío político o la ley del más fuerte no puede marcar el norte de la existencia humana. En estos momentos la presencia del papa del lado de la justicia, no como espectador silencioso, sino activo, es una nota de incalculable trascendencia.