Buen inicio de un viaje de regreso al terruño, una parada en Punta Cana, después de un largo vuelo directo de 10 horas que aterriza en este destino turístico. Sería un desperdicio no aprovechar para darse un chapuzón en las aguas claras del Mar Caribe. Contemplar el paisaje lleno de cocoteros es terapia, caminar por la arena blanca es un descanso que sirve de pausa, antes del reencuentro con familiares y amigos.
Aprovechando el cambio horario, salimos temprano de la cama para ver el amanecer y escuchar lo intenso que suena el canto del mar en las primeras horas de la mañana. Luego, nos dimos un desayuno dominicano con los tres golpes.
!Que delicia! el queso frito medio derretido, las dos ruedas de salami a la dominicana y los huevos. Todo bordeaba el rico mangú que servía de cama a las cebollas frutas. Al medio día, entre turistas de todas partes del mundo, comimos los mariscos de nuestro mar con tostones como guarnición.
También te podría interesar: El regreso de Horford
Ese plato de langosta, lambi, pescado y otras sabrosuras parecía sonreír como dándome la bienvenida y luego el mar también sonrió mientras lo contemplaba en el momento de siesta, pero no, el mar no me sonrió, el plato no sonrío.
Ellos eran solo el espejo que reflejaban la sonrisa que llevaba dentro. Donde vivo, las fría temperaturas comienza cada vez a estar más presente, mientras que en mi terruño, el calor me dijo bienvenida seas, mientras mojaba mi rostro y parte del cuerpo.
En la noche disfrutamos un poco del ambiente de esta ciudad, cada vez con más diversidad de restaurantes, plazas y cafés. Fue una parada corta y aprovechada. Una experiencia que recomiendo a los dominicanos en el extranjero, cuando toque aterrizar al país por Punta Cana. No dejemos ese destino solo a turistas.
marilei@hotmail.com.