El ciudadano que no se desplaza en un vehículo es un peatón. Eso significa que todos en algún momento ocupamos ese sitial. Sabemos de las leyes y resoluciones existentes para reglamentar y proteger su seguridad e integridad física; pero… lamentablemente, las autoridades de tránsito y las municipales no hacen el esfuerzo suficiente para imponer que estas sean respetadas y cumplidas por: conductores, motociclistas, buhoneros, dueños de talleres y otros.
Hoy día, cruzar una calle o avenida en esta ciudad de Santo Domingo, significa un alto riesgo. Esto así, porque, aunque estemos atentos al sentido en el cual deben circular los vehículos conforme indica la señal de tránsito; igual aparece un motociclista o un taxista en sentido contrario y, si no desocupamos rápidamente el espacio, podríamos terminar en la sala de emergencia del hospital o clínica más cercano. Siempre que seamos dichosos, porque podría ser mucho más lamentable. El caso de los motociclistas es de antología, no respetan luz roja, líneas blancas peatonales (“cebras”), sentido de circulación, ni las aceras; son una especie de ciclón batatero y los agentes de tránsito, ni se inmutan.
Las aceras son propiedad privada de los buhoneros y/o dueños de talleres (los consabidos padres de familia). Ayyy… del que se le ocurra reclamar el derecho a transitar libremente y con seguridad por esos predios… le caen los palitos. Además de todo lo anterior, no hay que olvidar las mesas, sillas y bocinas de los bares y “colmadones”, las cocinas móviles, y sabrá Dios cuantas otras modalidades de sobrevivencia se le ocurra a esa gran masa de ciudadanos, integrantes de lo que llamamos la economía informal.
No sería aventurado asegurar, que el drama arriba señalado, se produce como consecuencia de la conducta “clientelar” y/o “populista” que asumen gobiernos y autoridades municipales de turno, con claros propósitos electoreros. No les importa en lo más mínimo el deterioro que se genera en las relaciones primarias entre los ciudadanos; pues, esas imprudencias caldean los ánimos y, dan lugar a insultos que en ocasiones terminan en reyertas lamentables.