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Pederastia clerical

Pederastia clerical

Susi Pola

La denuncia de la periodista Alicia Ortega en sendos programas, El Informe, sigue alertando acerca de la pederastia clerical referida al abuso sexual a menores perpetuada por ministros de las iglesias, en este caso, otro sacerdote católico más.

Para enterarnos, lamentablemente, que el modus operandi de estos casos, mantiene su perfil desde las denuncias en la primera mitad del siglo XX que se hicieron públicas a comienzos de los años noventa en Irlanda, Estados Unidos, México, Alemania, Chile, por nombrar algunos países.

Casos documentados y denunciados que significaron, incluso, demandas millonarias contra la propia Iglesia Católica, en muchos casos por haber obstaculizado las investigaciones protegiendo a los pederastas ordenados.

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En nuestro país, hay un historial largo que hasta incluye a un nuncio apostólico, representante del mismísimo Papa de Roma, dejando bastante mal parada a la jerarquía local y no solo de la iglesia, católica, también a las evangélicas. Tardíamente, los últimos tres papas, al menos, se han manifestado con preocupación frente al crimen de la pederastia desde el clero.

El silencio y encubrimiento institucional y, también, de la propia sociedad, parece ser responsable de que se recicle como crimen que, generalmente, solo se denuncia al cabo de los años como resultado con consecuencias emocionales y sicológicas devastadoras para las víctimas que lo sobreviven.

En nuestra cultura machista patriarcal la doble moral se impone desde las propias iglesias, organizaciones empresa que priorizan la hipocresía confundiéndola con los dogmas mismos cuando aplican criterios diferentes a situaciones similares y peor aún, predican un comportamiento que no practican.

Y las personas manipuladas se decantan por la falta de autenticidad engañadas por conceptos estandarizados en nombre de esa inmoralidad practicada y sugerida como verdadero amor sagrado, que exige un código de comportamiento a otras personas, pero exime a quien así lo pide, para sí misma.

Y esa deshonestidad no tiene nada que ver con el cristianismo.

Al Episcopado dominicano, la diócesis de Mao y el sacerdote “suspendido” que no obstruyan a la justicia. Ya no les luce seguir en mentira cuando dicen anunciar la Verdad.

Y por si lo han olvidado en su doble rasero:

«Y el que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe» (Mateo 18:5)

«Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar» (Marcos 9:12).