No obstante su origen, crianza y marginalidad, José Francisco Peña Gómez se erigió en un intelectual, profesional del derecho y político de excepcionales dotes e influencias entre la población dominicana y tuvo relaciones internacionales que muy pocos pueden exhibir.
Como orador inimitable e insuperable conectaba con las masas, exaltaba los ánimos y no hay cosa más temida por la oligarquía que torrentes humanos en las calles reclamando reivindicaciones, cosa que él hacía con magistral lucidez, lo que redobló el odio hacia él.
Luego de protagonizar los desafíos políticos más riesgosos durante los doce años de Balaguer, la élite racista construyó el San Benito de haitiano contra Peña Gómez y eso tomó cuerpo en amplios sectores alineados que lo rechazaron por el color de su piel, a pesar de no haber conocido Haití y haberse socializado con la cultura dominicana desde la infancia, y por tanto ser tan dominicano como el que más, incluyendo a sus acusadores.
Dividido el Partido Revolucionario Dominicana (PRD) en 1973, Peña Gómez consolida su liderazgo nacional, asumiendo la dirección del mismo e inmediatamente traza la genial estrategia de sacar a Balaguer del Poder, lo que lo liga políticamente a amplios sectores hastiados del gobierno represivo; para ello diseña y aplica una amplia política de unidad con todos aquellos que tenían contradicciones con el estilo balaguerista de conducir el Estado.
El Acuerdo de Santiago, gestado por Peña Gómez expresó una amplitud de miras políticas que engrandeció al líder de masas.
La unidad prendió en el seno del pueblo y este protagonizó jornadas de movilizaciones que estremecieron al país interpelando por mayores espacios de participación, más institucionalidad y nuevas formas de relaciones entre el Estado y la sociedad civil.
En ese momento crucial de la historia, Peña Gómez por igual fue desdeñado y repudiado desde el litoral de la Izquierda , y, solo el Movimiento Popular Dominicano (MPD) comprendió el momento y actuó en consecuencia con su tradicional postura de lucha anti balaguerista, integrándose al “Acuerdo de Santiago,” inyectándole energías y proyectando públicamente sus posiciones políticas.
Balaguer, como era habitual, ordenó reprimir a tiros las manifestaciones del “Acuerdo” y este tuvo que abstenerse de participar en las elecciones del 16 de mayo de 1974; lo que permitió otra reelección de Balaguer, haciéndose realidad lo del “matadero electoral”.
Para 1977 Peña Gómez reedita su estrategia y táctica, ahora en el “Acuerdo de Santo Domingo”, moviliza al país, se apoyó en las contradicciones al interior del bloque histórico en el Poder o Frente Oligárquico, extiende más de dos mil invitaciones a personalidades y entidades de prestigio (en especial a la Internacional Socialista), solicita apoyo a los liberales estadounidenses y aprovecha la nueva política de “respeto a los Derechos Humanos” del presidente James Carter e infunde esperanzas de victoria frente a la prédica de pesimismo del PLD que necesitaba más tiempo para fraguar como entidad política y no quería ver a su contrincante llegar al Poder luego de una feroz campaña contra su líder.
La resultante fue la contundente victoria del PRD bajo la consigna de Cambio registrada por el matutino “El Sol” el 17 de mayo de 1978, como testimonio para la historia.
Luego la victoria fue escamoteada al despojarse al PRD de cuatro senadurías, con la asistencia político-jurídica del doctor Marino Castillo.
El despojo de cuatro senadores hizo factible el control de la Cámara Alta por Balaguer y su partido, lo que impidió que la justicia iniciara su independencia desde esa época, amén de la aplicación de la política de “borrón y cuentas nuevas”; así las cosas, se bloqueó que conocidos ladrones fueran traducidos a los tribunales y se protegió a los funcionarios que habían acumulado riquezas, vía el despojo de recursos público, durante los gobiernos de Balaguer.
Peña Gómez ha sido el actor político que más ha aportado a la institucionalidad: sugirió el tribunal constitucional, primarias partidarias, los vice-síndicos, la cuota a las mujeres, la división de la capital en varios municipios y el Consejo Nacional de la Magistratura, entre otros muchos aportes. Empero lo que más destaca de sus sugerencias es la unidad amplía y programática, a los fines de impedir la entronización de una persona en el poder.
Así como los aportes de Bosch han sido olvidados por quienes viven de su nombre, de igual manera los del gran estratega, Peña Gómez, han sido ignorados por sus llamados seguidores. Nunca como ahora la coyuntura había demandado de la aplicación de una amplia unidad programática.
El 22 de febrero del presente año, los partidos Revolucionario Moderno, Reformista Social Cristiano, Humanista, Revolucionario Social Demócrata, Frente Amplio y Dominicanos por el Cambio suscribieron una propuesta programática que hasta ahora solo ha asumido la Coalición Democrática.
Si ya está el programa mínimo ¿Por qué los líderes del PRM, que dicen seguir el legado de Peña Gómez, no siguen su legado, protagonizando una amplia unidad programática?
El autor es historiador.